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que ya no auia ningun s6ldado en la cibdad sa–

lio tras e llos c on los qu e auian quedado con e l

para lo acompaña 1·, y aquella t a rde llegó con los

suyos al dicho pue blo, mostrando buen

semblan~e,

en donde fue dellos bien rescebido. Lo primero

que hordeno en llegando fu e hazer otr0 dia r eseña

de la gente que tenia, y h a ll aronse que auia tres–

c ientos hombres de a caua llo y a rcabuzeros y pi–

que ros. Hecho esto embio lueg-o adelante s us es–

pias d e es pañol es y d e y ndios, pa r a saber donde

estarían Diego de Cent eno

y

Lope de Mendoc;:a, y

que er a lo que haz ia n, ó si venía n contra e ll os,

como en su exercito se dezia; a los quales dio por

auisso que no se quitaria de

aq~1 e l

lugar hasta que

e llos viniessen o le esc riui essen por la posta lo

que por alla passaua. Las espías fueron y estuuie–

ron a lla mas de lo que conueni a, y corio e l the–

niente victo que se tardauan mucho si n le embiar

ning un a uisso, se estuuo quedo por alg·unos dias

mas agua r dando, con muc ha p en a de no saber de

sus espías lo que haz ia n por a ll a . La causa y razon

desta t a rda nc;:a fue que como los rndios del

-a

Collao faboresciessen el partido de Diego Cen teno

ñó

ossauan las espias boluer, ni embiar carta ni

au isso ninguno, porque no fuessen descub ie rtos,

que los matarian luego, porque esta prouincia del

Collao es muy larga, g r a nd e y ancha, y de fuerc;:a

auian de pasar por ella . Auia mandado Diego Cen–

teno a todos los caciques y principales yndios que

si por dicha viessen a lgun españo l, o negro o yn–

dio yr hazia la cibdad del Cuzco, lo prendiessen y

lo lleuassen a nt-e el, y si se deffendies e lo ma-