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LA llIBVOI. CIO ' OB 1 'GLATEHllA.

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pmte de la corona, tomando parle en el poder absoluto para sostenerle :

de de mucho tiempo o!icitaba esta mi ion el clero anglicano, y al abo

le fue concedida.

La igle ia de Inglaterra, emanaqa en su orig·en de la sola voluntad

del soberano , perdió por ello toda independencia , carecia ya de mision

di ina, y no sub i tía por su pi opio derecho. Los obispo , e traños al

pueblo qqe ya no los elegía, y separados del papa y de la iglesia univer-

al que era en otro tiempo u apo o, no ran ma que unos delegados

del príncipe, ysus' primeros súbditos : fa\ a ituacion para un cuerpo en–

cargado de representar lo que existe ma independiente y elevado en el

hombre : la fé. Ya desde u origen conoció aquella iglesia este vicio de

su creacion , .pero , sus propio peligros

y

la mano de hierro de Enri–

que VIll y de Isabel, no la permitieron dar un pa o por su bien. Atacada

á

la vez por los católicos y los no-conformista , todavía vacilante n us

pose iones como en su doctrina , se entregó in reserva al poder tem–

poral, profe ando su propia dependencia,

y

aceptando la supremacía ab-

oluta del poder, única que podía alvarla de sus enemigos.

últimos del reinado de Isabel, algunos síntoma ai la9os anuncia–

ron de parte de aquel clero algo mas elevadas pretensiones. El doctor

Ilrancroft, capellan del arzobispo de Cantorbery, sostuvo que el obispado

no era institucion humana, que no babia sido otro desde los apóstole el

gobierno de la iglesia,

y

que los derechos de los ohi pos procedían de

solo Dio

y

no del soberano temporal. Este nuevo clero empezaba

á

creer–

se mas fuerte

y

probaba

á

dar un paso bácia su mancipacion; pero la

tentativa, probada timidamente, fue rechazada con orgullo : Isabel revin–

dicó

fa

plenitud de su soberania espiritual , repitiendo

á

los obispos que

su existencia dependía de su voluntad; el mismo arzobi po de Cantorbery

se contentó con decir, que le seria muy grato que el doctor tuvie e ra–

zon, pero que no se determinaba

á

creerlo. Pronuncióse vivamente el

pueblo por la reina , puesto que aspiraba solo

á

estender la reforma, y

abia que con ser inqependientes los obi pos no emanciparian la fé del

pouel' temporal, y si solo oprimirían en su propio nombre.

ada e decidió bajo .Jaoobo

l.

Egoista y artifi io o, nada se le dabéll

de agraval' 1mal, con tal de eludir el peligro. o tuvo la supremacía,

concediendo no ob tante

á

los obispos tanto fa or y robusteciendo de tal

uerte u imperio on per eguir

á

sus enemigo , que su confianza

y

su vi–

gor tomaron incremento de dia en dia. Ardientes en proclamar el de–

recho divino del trono , no s de cuidaron en hablar cuanto antes del