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DE LA REYOLUCION llE JNGLAmRRA.

43

· tas de Ja Gran Bretaña : de embarcaban, aqueaban las aldeas, y e

llevaban millare de cautivos. El capitan Rainsborougb, encargado de

pa ar

á

la co ta de Marruecos á destruir una de sus guaridas, encontró

tresciento set nla esclavos ingleses é irlande e , y era tal la impotencia

irnprevi ion de la administracion, que trafford e Yió obligado

á

armar

á

u osta un buque para defender el puerto mismo de Dublin.

Tanto peligros torpeza no se escapaban

á

la penetracion de los

bombr s instruidos. Lo· mini ·tros estranjeros

re~identes

n Lóndres lo

participaban á ¡rus soLerano ; pronto, ápesar de la conocida pro peridad

ingle a se divulgó por Europa que el gobierno de Cárlos era débil , im–

prudente poco eguro. En París, en Madrid y en la Haya, fueron mas ·

de una vez tratado con desden su embajadore

('l).

trafTord, Laud, y

otro con ejero sabían el mal

y

buscaban -algun remedio. El primero

obre todo, ma atrevido por mas hábil, luchaba on ardor contra los

obstáculos : Je in piraba inquietudes el porvenir, y hubiera querido que el

rey, gobernando con entereza y prevision, se hubiera asegurado una renta

fija ar enale bien provistos, plazas fuertes un ejército. No había titu–

beado en convocar por si el parlamento de frlanda

('1654),

bien fuese

por el terror que in piraba, ó bien á cau a de Jos servicios que había

prestado al pal , lo había convertido en dócil

y

muy útil instrumento de

u poder. Pero Cárlos le prolúbió convocarlo de nuevo, puesto que así él

como la reina temblaban al solo nombre de parlamento ; el temor de

u oberano no permitió á trafford dar á Ja tiranía apariencia de legali–

dad. In istió pero sin fruto ,

e ometió al fin. u energia ser ia á la

flaqueza, y u preví ion

á

la ceguedad. Alguno de lo mi mo con ejeros

que opinaban como él ma egoi ta ó mas convencido de Ja inutilidad

de u e fuerzo , e retiraban en cuanto veían opo icion, dejándolo solo

con Laud e. puesto á J· intriga

á lo odio de la córte.

Tan fri a inhábil tirania requiere cada dia un nuevo e fuerzo de

d poti mo. El de árlo fue ino el ma ruel, el mas inicuo que hu–

bie e ufrido jamás la }nO')aterra. in que le e cusa e ninguna necesidad

pública, in deslumbrar lo ánimo con alguna ventaja colosal olo para

(1) Cuando Edmond pa

ó á

Francia en

i

629, para concluir el tratado de paz,

\ "entil-hombre nviado

á

u encuentro le dijo con arca mo:

«

1

0

e admire V. E.

de verme con tampoco équitn de entil -hombre para acompañarle: ¡murieron

tanto en la i la de Ré!...

»

mnrga ironía alu iva al an rienlo de calabro de Jo

in le

mandado por Buckin11ham.

?

1

l

,._