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DI cunso Pnr:w11NAn
e creyó seguro de la victoria. Votóse la proposicion en el parlamenlo :
ofreciéronle formalmente la corona,
y
Cromwell
á
pesar dee oaplazó su
deseos con intencion de vencer las última resi·tencias. Manifestábanse
estas mas obstinadamente entre los generales ma allegados
á
su perso–
na, y fueron de lodo punto insuperable por u sincero amor á la repú–
blica, por vergüenza de no dar un mentí á su antecedentes politicos, ó
por venganzas de rivalidades ofendidas.
Cromwell se lisongeó de que esta oposicion no era ma que un capri–
cho : estaba ya decidido
á
marchar de frente
y
coronarse on su propia
mano cuando supo que acababa de pre enlar e sol mnemente al parla–
mento una peticion redactada por uno de sus apellane ,
y
firmada en
nombre del ejército por gran número de oficiales reclamando lealtad
á
la
buena antigua cau a
y
rechazando el restablecimiento de la monarqula.
El protector convocó en el acto el parlamento en Whitehall y admirán–
dose de que nadie protestara contra la conteslacion que aun no había
dado, rehusó formalmente el Ululo de rey.
En vano fue que revelándole el talento los defectos de u grandeza
se esforzó en cimentarla sobre ha es consagradas por el derecho
y
el
tiempo. io no quiso que el mismo hombre que babia hecho caer la ca–
beza de un rey y profanado las libertades de la nacion recogiera el honor
y
el fruto del restablecimiento de la monarquia el parlamento. Cr9m–
well tan poderoso contra la anarquia, tropezaba al Juchar contra las di–
ficultades de u ituacion, en el de poti mo. Había he ho renacer la im–
parcialidad en el órden ci il; mas cuando se vió ac·osauo por la necesidad
de cubrir los gastos de su gobierno, sometió todo lo reali las
á
las
exacciones mas inju tas,
y
todo el pal al r gimen de la tiranla militar
único medio de consumar aquellas exaccion . Glorlabase de haber
de~
vuelto á la
admi~istracion
de ju licia su esplendor y regularidad; mas
cuando hubo abogados ilustre que defendieron á los que babia mandado
p..,r::>eguir injustamente, cuando hubo magistrados integros que se nega–
ron
á
condenar
á
sus víctimas, maltrató, destituyó
y
redujo
á
prision
abogado y magistrados con una arbitrariedad sin ejemplo en lo tiem–
po de
infau~ta
memoria. Era demasiada arrogancia el pretender estable–
cer Ja monarqula legal sin renunciar las iolencia revolucionarias. rom–
well gozaba de un privilegio rara vez concedido : había pasado de la re–
volucion á la dictadura; pero no le fue dado trasformar la dictadura en
un régimen de derecho
y
de libertad.
las no le abandonó su prudencia durante
e~a
peligrosa pru ba : solo