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, ODHE LA REVOL CJO DE

l~GLATERRA.

"'75

defender sus derech<1s : de manera que la disidencia polltica producia la

incapacidad civil.

Del modo mas arbitrario

y

repugnante se aplicaba tambien contra los ·

vencido el secuestro

y

la confi cacion de biene , sin atender

á

principio

fijo , consultando tan solo intere e del momento, la codicia de un enemi–

go podero o, una circun tancia imprevi ta, ó li la

nomina.le

·capricho a–

mente formadas, demanera que ninguno de los que podían creerse am -

nazados no podía saber con anticipacion ni con certeza cual era su situa–

cion ni la suerte que le esperaba.

La prensa, la publicidad era la única arma que servia de pues de aca–

bada la guerra civil

á

lo vencidos, realistas ó niveladores. De esta arma.

se valían con igual audacia que la que los vencedores habían empleado

durante la lucha con el rey. Podían ciertamente creerse autorizado

á

· usar de e te derecho , puesto que el último censor de la monarquía,

M. fobbott, había hecho dimision de su empleo por no ervir de instru–

mento

á

emejante abúso,

y

el primer sectario del consejo del E lado

republicano, .Iilton babia reclamado con toda elocuencia la libertad de

imprenta como derecho esencial de un pueblo libre. El gobierno republi–

cano no vohiú

á

nombrar censor pero publicó una ley de imprenta capaz

de satisfacer la mas su picaz vigilancia. olo

á

liuatro ciudades en toda

Inglaterra, Lóndres, York , Oxford

y

Cambridge se concedió el privilegio

de poder imprimir. Ningun diario ó escrito periódico puélo publicarse sin

autorizacion del gobierno

y

finalmente

10:3

impresores quedaron sujeto

á

fianzas. No solo fue perseguido

y

castigado todo el que babia tomado

parte en alguna publicacion sediciosa, sino que hasta el mismo compra–

dor incurria en una multa si no presentaba en el término de veinte

y

cuatro horas el escrito sedicioso al magistrado mas inmediato

y

le indi–

caba el peligro.

Una libertad por lo menos, la religiosa,·podia al parecer p;·ometerse

mejorar de condicion bajo el sistema de la república. Los sectarios re–

publicanos la habían, desde el principio, inscrito en sus banderas. osolo

habian .tenido

ne~esidad

de reclamarla para ellos mismos, sino que ade–

más la demandaban imperiosamente sus propios principios que rechaza–

ban todo gobierno'general

y

obligatorio de la iglesia

y

reconocian en ca–

da congregacion aislada el derecho de gobernarse por si misma. Mas

¿dónde no llegan nuestras tristes aberraciones? La inconsecuencia hu–

mana se desarrolla del todo en materias de conciencia

y

de

pre·cisa–

mente alli donde e mas iofcua

y

chocante. El mismo partido, los mismos