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SOBRE LA l\liVOLUCIO¡ DE
JNGLATJ.IU\.\ .
'371
ri diccion de los nombres ni debieran ser ca Ligados por sus mano . 1Qué
índignacion, que repugnancia e habría generalmente manifestado si el
mas oscuro de los ciudadanos hubiese sido tratado de ese modo,
y
se Je
llubiera sentenciado
á
muerte por crlmene calificados despues de come–
tidos,
y
por supuestosjueces que a·yer eran su enemigos, hoy sus riva–
les y mañana sus herederosl ¡Y ese atentado que ninguno se habria atre–
vido cometer contra el mas in ·ignifl ante de los ingleses , cometiéronlo
contra el i'ey de Inglaterra , contra el jefe supremo de la Iglesia
y
del
Rstado, contra el representante y simbolo de la autoridad, del órdcn, de
la ley, de la justicia y de todo lo que en la sociedad humana toca en el
límite
y
reproduce la idea de los atributos de la divinit!ad l
No hay fanatismo tan ciego, ni politica tan perversa que en el
mo ~
mento mismo de su triunfo no haya vi to brillar en sus inmed iaciones al–
guna luminosa ráfaga, alguna prole ta olemne é inesperada por parle
de la conciencia humana. Dos republicano , de los cuales uno slaba ins–
crito entre lo jueces del rey,
y
ambos eran un tilulo de gloria para
el
partido, Vane y idney, no quisieron sea por escrúpulo, sea por pruden–
cia, actuar en el proceso se marcharon de Lóndres para no figurar ni
siquiera orno testigos. Cuando la cámara de los diputados como sobe–
rana absoluta nombró el consejo de Estado republicano veinte
y
dos de
los cuar nta y un miembro nombrados para formarlo se negaron rotun–
damente
á
prestar el juramento que contenia una aprobacion de la sen–
tencia del rey y Cromwell al frente de los republicanos regicidas turo
que resignarse
á
aceptar corno colegas
á
los que por ningun precio que–
rían ser considerados como cómplices uyos.
El nuevo sistema de gobierno no encontró por de pronto mas que
una resistencia pasiva, pero general.
Sei de los doce grandes jueces se negaron absolutarnenle
á
seguir
desempeñando sus funciones y los restantes aceptaron su encargo con la
precisa condicion de administrar justicia con arreglo
á
las antiguas le–
yes del país. El parlamento republicano tuvo que avenirse
á
esta ·con-
dicion.
·
e había mandado que la república fuera proclamada en
h
munici–
palidad de Lóndres : el lord alcalde se negó
á
hacerlo. Fue r levado
y
puesto en prision; sin embargo, hacia ya tres meses que un nuevo lord
de empeñaba aquel destino cuando se verificó la proclamacion, dehient1o
notar o que muchos aldermanes se negaron
á
presenciar el acto . e pro-
m·ó autorizar la ceremonia con la así tencia de la
trop~
y á pesar de e::se>