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LA nErnL CION DE l GLATEURA.
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<laño cau.aba
á
los intereses del país el encarnizamienlo de los dos par–
tidos que estaban en lucha. ·
En tanto que la guerra fue violenta y de éxito dudoso, e-os padeci–
mientos é impre iones del pueblo, si bien le llacian vivamente suspiral'
por una reaccion pacifica, no le impelían sin embargo bácia el rey sino
de un modo Libio
y
rncilante. Acu ábanlo de obstinacion y falsedad. La–
mentábanse amargamente de sus maquinacione seer tas con la reina
con los católicos, que por lo general eran apasionadamente odiados
y
te–
midos,
y
á
él le achacaban por lo menos tanto como al parlamento lo
males
y
la prolongacion de la guerra. Cuando esta llegó á su término, es
Jecir, cuando el rey cayó en manos de los parlamentarios la reaccion
pacífica tomó mas decidida
y
generalmente un r,arácter reali ta. El mo–
narca. no podía a hacer nada, y sabia soportar con dignidad la desgra–
cia; el parlamento por el contrario podía hacer cuanto qui iera
y
sin
embargo no trataba de dar un término
á
lo males del pais : sobre l
parlamento debia pues caer la respousabilidad. A él se dirigían los des-
ontentos, las esperanzas burladas, las sospecha , la iras, las maldicione
del momento,
y
los terrores del porvenir.
Impelidos por ese sentimiento nacional, ilu tractos por la gravedad
del peligro los reformadores polilicos, los ma notables so tenedores de
la revolucíon en el parlamento,
y
en pos de ello una parte de los inno–
vadores religiosos, los presbiterianos ,
enemigo~
de la iglesia episcopal,
pero no de la monarquía, hicieron un esfuerzo supremo para establecer
definitivamente la paz conel rey
y
terminar al mismo tiempo la guerra
y
la revolucion.
Al dar este paso obraban con sinceridad, no cabe duda que sus de–
seos eran vehementes ; mas aun conservaban las preocupaciones
y
.las
exigencias revolucionarias que tantas veces se habían opuesto
á
la reali–
zacion de la paz. lediante las condiciones que imponian al soberano ve–
nían
á
pedirle que sancionase s¿s planes de deslruccion de la monarquía
y
de la iglesia, es decir que con sus régias manos consumara la ruina
llcl edificio que constituía su seguridad
y
era depositario de su fé.
Habían proclamado
y
puesto en práctica el pl'incipio de la soberanía
directa de la cámara de los diputado ,
y
ahora cuando
á
su vez se veian
obligados
á
resistir las oleadas del pueblo se admiraLan de no encontrar
el apoyo
y
la fuerza de otro tiempo, sino desconfianza
y
hostilidad en
a ¡uella alla a1·islocracia
y
en aquella iglesia que tanto habían t.lesacredi–
tado
1
ombalido
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