Prólogo.
XLIX
habia dos ídolos tan grandes como des crecidos hom–
bres, bien entallados, delante de los cuales prac;ticaban
aquellos indios sus hechicerías y supersticiones y hacian
sus ofrendas de oro de muchas maneras de joyas.'' Y
tenian por cierto todos los de aquellas
prov~ncias,
que
enterrando
s.uscuerpos en triángulo de una legua á la
redonda
dél~
que sus ánimas iban
á
parte alegre. Y
ansí habia unas sepulturas llanas, pero muy hondas, y
otras hechas á manera de pequeños cerros.
Y
ansí como
un señor era muer'to, era traído por sus vasallos
á
aquel campo, que ellos tenian por santo, como nos–
otros los cristianos el de
J
erusalen; y llegado allí, hacían
su sepultura en cuadra, ancha y muy honda,
y
á una
parte ponían
el
cuerpo y
á
la redonda dél sus armas
é
tesoros. Junto
á
aquella sepultura hacían otras siete
ó
ocho adonde metían más de ochenta indias muy her–
mosas y muchachos vivos, y ansí los dejaban"
(a).
(a)
LA GVERRA DE QuITo, cap. XCVIII. En
el
LXII de la PRIMERA
PARTE DE LA CRÓNICA DE.L PERÚ dice que eran algunas tan antiguas, que
· habia en ellas árboles crecidos, gruesos
y
grandes.-Juan de Caste–
llanos, en sus ELEGIAS
y .
ELOGIOS DE VARONES ILUSTRES DE INDIAS,
canto III de la Historia de CartageHa, da más pormenores acerca del
templo
y
sepultura del Cenú. Estas noticias de la His_toria de Cartagena
son in"teresantes, minuciosas
y
por lo general exactas, pues las hubo
Castellanos de varias personas que intervinieron en ella, particularmente <le
Gonzalo Fernández
y
de Juan de Orozco, soldados de Heredia, amigos
suyos
y
que escribieron además, aquél unas relaciones del descubrimiento
y
conquista de Cartagena
y
éste un libro titulado
Peregrino,
donde trataba
el mismo ·asunto entre las peregrinaciones hechas durante su vida.