XLVIII
Prólogo.
si realmente formó parte de la gente · de Duran-se
quedaron en Cartagena con el gobernador, esp·erando
mejor ocasion de trasladarse junto
á
las auríferas se–
pulturas. Que por lo mucho que suenan
~n
las histo–
rias de Tierra Firme
y
ser lugar descrito por nuestro
cronista
y
adonde hizo quizá su primera jornada de
América, merecen aquí algunars palabras.
El extenso país del Cenú ó Cenúa, situado en medio
de la gobernacion de Cartagena, componíase de tres
comarcas: la del Pancenú, que, caia en las sierras de
Abrevá
y
vertientes al Cáuca; la de Cenufana, corres–
pondiente poco más
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ménos á la provincia que des–
pues se llamó de Zaragoza,
y
la Fincenú, orillas
del rio de Cenú y al Norte de Abrevá. En todas
tres abundaban aquellas necrópolis indian'as; pero en
ninguna tanto como en la de Fincenú, cuya principal
poblacion, así como sus términos, era suelo sagrado
para los cenúes
y
varias otras naciones circunvecinas.
Hallábase asentada hácia la márgen diestra de dicho
rio, á unas treinta leguas del mar
(a),
en unos campos
rasos
y
espaciosos cercados de fragosas montañas. En
medio de la llanura alzábase una casa de unos doscien–
tos piés de largo y no muy ancha, con una de sus
puertas al oriente
y
otra al occidente; dentró de ella
(a)
Cieza pone sesenta, pero ºes distancia evidentemente exagerada.
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