Prólogo.
LI
derar á todo el mundo
(a),
envió dos ó tres capitanes
á su conquista, uno de los cuales, Francisco Becerra,
foé·,
con los ciento cincuehta que mandaba, pasto de ca–
ribes; que, al decir de Cieza
(b),
la mayor parte enfer–
maron de cámaras y murieron · de aquel hartazgo de
carne española. Con tal motivo, cesaron las
ent~adas
á
tierra tan bien defendida, pero quedó con más presti–
gio y, por ende, más codiciada de
g~nte
aventurera.
No tanto por esto, cuanto por continuar el reconoci–
miento y
reduccio~
de un territorio, cuyos bárbaros
naturales tenia la obligacion de convertir en buenos
cristianos y ·súbditos felices de los reyes de Castilla,
emprendió H eredia á los 9 de enero de
I
5
34,
al frente
de ciento cincuenta ginetes
é
igual número de peones,
su jornada al Pancenú, donde, segun informes de
indios,. se encontraban las' minas de todo
el
oro
que corria por las demás provincias de la gobernacion;
~n
cuya jornada, al pasar por el pueblo de Fincenú,
(a)
Júzguese por lo que dice Gomara en el cap.
Cenú
de su
HrsTORIA.
GENERAL DE
LAS
INDIAS:
11
Cojen (los indios) oro en do quieren, y cuand·o
llueve mucho, paran redes muy menudas en aquel rio y en otros,
y
á
las
veces pescan granos como hueves, de oro puro."
(b)
LA GUERRA DE Qurro, cap. XCVIII.-Un caso semejante refiere
el
Clérigo agradecido,
en su VIAJE DEL MUNDO, de estos indios de Tierra
Firme: que habiéndose comido uno
ó
dos frailes, rebentaron; y creyendo
que eran de carne indigesta, desde entóni:es no se atrevieron
á
tocar
á
ninguno.