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La Guerra de Quito.

entrar en el ·Cuzco;

y

que por algunos inconvenientes

que

allí

no decia, como aquel negocio no erjl sólo suyo,

sino de todos, le convino conformarse con su voluntad.

Con esta carta vino otra para Francisco de Almendras,

en que Gonzalo Pizarra le escribia que, con industria

y

disimulacion, procurase,de entender el obispo qué

corazon tenia para con él.

Y pasadas algunas cosas y escritas otras cartas el

obispo

á

Pizarra

y

Pizarra al obispo, se volvió á Cu–

ramba, habiéndole amonestado en las cartC;ls que mirase

los servicios que habian hecho al Rey él ysus hermanos,

que no los escureciese ni amancillase con tener atre–

vimiento de venir con mano armada á querer forzar la

voluntad del Rey.

A

las cuales razones respondió Gon–

zalo Pizarra, quél ,no deseaba el deservicio del Rey,

sino procurar la libe,rtad del reyno, en lo cual pondria

toda su fuerza, sin salirse afuera, hasta lo último

de

potencia.

De Curamba se volvió

el

obispo

á

la provincia

d~

Andaguáylas, dol).de estaba, por mandado de Gonzalo

Piiarro,

el

capitan Juan Alonso Palomino con algunos

soldados; y por no oir las desvergüenzas que los sol-

dados decian, caminó hasta Uramarca, á donde estuvo

hasta siete de Septiembre, escribiendo, siempre que ha–

bia mensajeros, al visorey, avisándole

de

lo que pasaba·

y

de lo que más convenia;

·y

en el ínter <leste tiempo

que estuvo en Uramarca el obispo, rescibió algunas

cartas de Pizarra, todas amonestándole diese la vuelta.

á

Lima.