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Capítulo XL
f.
CAP. XL V.-De cómo el visorey se aderez.aba,
animando.
á
los que
c~n
él estaban, para
sz
Gonzalo Pizarra viniese.
P
uEs
como las cosas que pásaban en el Cuzco se pu–
blicasen,
y
cada dia avivase más la nueva de Pizarra,
el visorey dijo ·á Diego de U rbina:-Capitan, esto ya
no se puede disimular; echemos las chamarras y capas ·
y tomemos los cueros
y
piCas al hombro, que es lo que ·
conviene. Diego de Urbina respondió que era muy
bien, é que desde luégo dejaba la suya; y fué nombra–
do por maese de campo." De tablas de cedro hacian
gr~ndes
,picas; recojendo. metal para
·hac~r
arcabuces ,'
porque un artillero maestro se obligó cada un dia dar
hechos cuatro dellos, y por no haber tanto metal cuan–
to fuera menester, una campana que estaba en la igle–
sia mayor, quel marqués Pizarra en ella puso para ser–
vicio del culto divino,
y
áun cuando ella se forjaba,
con mucha alegría él mismo sonaba los 'fuelles, fué
traida y llevada
á
donde se hicieron arcabuces della.
¡Oh miserable tierra! ¡Grandes fueron tus pecados,
pues tantos
m~les
te cÚcan! Próspera y con gran ma–
gest~d,
llevando buenos tiempos, me parece navegas
por el tempest uo'so mar,
y
al mejor tiempo, la cruel