La Guerra de Quito
fortuna
s~
rueda contra tí vuelve los vientos tristes
y
furiosos, de manera que por el ancho mar tus haberes de–
jas; é pocos de tus hijos de tal fortuna escapan que
~on
su sangre el mar no se riega;
y
los que escaparon ·de
tal tormenta, asombrados, trasfigurados, tristes, pensa–
tivos, mudos, sordos los veo andar. En el Cuzco hacen
armas; en Los Reyes deshacen la campana para hacer–
las; en toda la provincia no se entiende sinó eh buscar
cotas, aderezar corazas
y
otros instrumentos, para que
presto la final tormenta venga.
El padre Sosa, que, como dijimos, salió de Lima con
el obispo, anduvo hasta que llegó á la puente de Aban–
cay, á donde estaba el artillería
y
por guarda della
Francisco de Almendras, desde donde
p~rtió . hasta
que
llegó donde estaba Pizarro, y fué dél y de sus capita–
nes recibido muy bien; diciéndole Pizarro, que se ha–
bia holgado mucho de verlo y gradeciéndole los avisos
que le habia dado de sus cartas, sin lo cual le rogaba de
nuevo le avisase de las cosas que pasaban en Los Re–
yes, y de la intencion que tenia Blasco Núñez en lo to–
cante á las ordenanzas. A lo cual respondió el
clé~igo
Sosa, segun dicen, que pues él y aquellos capitanes eran
todos caballeros , debian procurar con ánimos prontos y
valerosos P<?r su libertad, teniendo atencion cuanta
honra perdian si las ordenanzas se cumplian erttera–
mente, mirando tambien cuánto ganarian, si por ellos
~e
revocaban. Y ansí, prosiguiendo su prática
Sosa~
dijo más, que para ánimos fuertes como eran los suyos,
no eran menester muchas razones; por tanto, que alle–
gasen la más gente que pudiesen, ·
recogie~do
las