Capítulo XLIV.
lablemente. A lo cual
el
tirano, con gran soberbia
y
poco temor de Dios Nuestro Señor, respondió:-No
·es tiempo de descomuniones; no hay más Dios ni Rey
"que Gonzalo Pizarro. El obispo, templadamente, le tor–
nó
á decir que lo dejase pasar á él sólo, sin que fuese
ycón él la
~ompañía
que traia; mas como estuviese
Francisco de Almendras endurecido, porque, á la ver–
~dad,
se lo habia mandado Gonzalo Pizarro, tornó á res–
p9nder diéiendo que le tomaría la mula, para que, si
,-queria ir, fuese á pie y no· en ella.
Pasadas estas cosas,
el
obispo escribió á Gonzalo
Pizarro, haciéndole saber la fuerza que le había hecho
su capitan Francisco de Almendras;
y
pues conocia
dél que su ida al Cuzco era
á
procurar el bien é paz del
,reyho, pará que, estando en sosiego é tranquilidad, to–
"dos se gozasen y alegrasen; por tanto, que le aconsejaba
debia mandar derramar la gente que tenia hecha y
apartarse de lo que decian. Cuando allegó esta carta,
·estaba yá Gonzalo Pizarro, como dijimos en el capí–
·tulo precedente, en el valle de Xaquixaguana, y res–
·pondió al obispo diciéndole, que no tomase trabajo de
·pasar adelante, porque saldria presto de aquel lugar
·para Los Reyes, y en
el
camino se podrian ver. Diciendo
más en la carta: que cuando en el Cuzco supo su ve–
.•nida, se habia holgado, teniendo por cier to que era por
.el bien de todos;;por lo cual, con ánimo alegre, le estu–
·vo aguardando para le hacer todo servicio; y que es-
·tando acordado esto, algunos caballeros de los que con
él se habian juntado
y
frailes de hábitos blancos
y
aun
·.negros,
1e
habian dicho que por vía ninguna lo dejase
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