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Capítulo XLIII.

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ciendo sus alardes y reseñas. Bashicao andaba en unas

andas pequeñas, porque, disparando un tiro, le llevó

un pedazo del muslo; y para pagar los soldados que se

les habian llegado, los vecinos ayudaron con algunos

dineros. Como ya

el

ánimo de Pizarra estuviese da–

ñado, dijo que los dineros que hobiese en la caja del

Rey fuesen sacados para pagar la gente de g uerra.

Los vecinos de la

ci~dad,

pareciéndoles cosa fea, dije–

ron que ellos qlferian obligar sus personas y 9ienes á

la paga dello, porque no era justo que la hacienda del

Rey nuestro señor fuese gastada sin su mandato; y al

fin, lo que montó, lo pagaron los vecinos, porque, no

embargante que deseasen ir la suplicacion, por ver las

leyes revocadas, pocos tenian deseo en áquel tiempo de

.deservir .al Rey, ni con mano armada ponerse contra

su mandado, no embargante que todos fuesen á punto

de guerra;

á

lo cual alegaban, que los letrados y hom–

bres sábios decian que lo podian hacer, sin que les fue–

se atrebuido á traicion.

De Condesuyo vinieron algunos soldados, y con

ellos Navarro, vecino del Cuzco, 19s cuales traian al–

gunos arcabuces. Tambien allegó en este tiempo al

Cuzco Felipe Gutiérrez con los otros que ·contamos

que salieron de la entrada

(a);

y se huyó Serna

á

la cibdad

(a)

A las tierras del Tucuman y Rio de la Plata. Habíasela concedido

á

él

y

á

Diego de Rójas en el año de

1542

y

despues de la derrota de los

almagristas, el gobernador Vaca de Castro. Gutiérrez salió de ella el año

siguiente con algunos amigos, huyendo de su gente amotinada. La salida

debé ha,berla contado Cieza al fin de su libro de la

Guerra de Chúpas.