La Guerra de Quito.
Martin, provincial de los dominicos,
y
á un clérigo lla–
mado Diego Martín; los cuales, con los que venian con
las provisiones, le aconsejaban con mucha instancia
luégo sin más pasar adelante se volviese á la cibdad de
Los Reyes, porque las cosas del Cuzco
y
los que en él
estaban iban mal guiadas
y
peor encaminadas; sin lo
cual, Gonzalo Pizarra tenia puesto en la puente de
Abancay á su capitan Francisco de Almendras, no para
otro efecto sino para no dejallo pasar, como veria por
una carta que le traia del mismo Almendras, en la cua¡
decia que diese la vuelta, porque Gonzalo Pizarra le
habia mandado guardar la puente, sin conserttir que
pasase por ella.
Mas aunque, sobre el pasar adelante
ó
volver atrás,
tuvieron algunas práticas
y
consideraciones, el obispo
se determinó de proseguir su camino,
y
anduvo hasta
que llegó á donde Francisco de Almendras estaba;
el
cual no le recibió con aquella crianza
y
comedimiento
que merescia en dignidad. Aunque el obispo lo sintiese,
pasó por ello, teniendo algunas práticas Almendras
que va poco en contarlas. Otro dia, el obispo le habló
complidamente sobre su venida,
y
cuánto deseaba verse
en el Cuzco, para aconsejará Gonzalo Pizarra las co–
sas que más le conviniesen; á las · cuales palabras Al–
mendras respondió, qtie por ninguna manera pasaria de
allí, ni él le daria lugar que lo hiciese. Pues como
el
obispo viese la voluntad de Almendras
y
cuán poco
bastaban sus ruegos para que lo dejase pasar, le dijo
que lo miraba mal en ser contumaz con él,
y
que caía
en grave descomunion en hacerle aquella fuerza vio-