Capítulo X .XXVIII.
acordaron de hacer lo que
Is.
M. 'les mandaba y tener
á Blasco ·Núñez .Vela por su visorey, como él lo manda–
ba; lo cual determinado, füé recibido por tal, y habién–
doles notificado la provision · por la cual se mandaba
que acudiesen con sus armas y caballos á la cibdad de
Los Reyes, les pidieron que señalasen vecinos que fue–
sen en
aco.mp~ñamiento
de las reales provisiones. Es–
taban tan temerosos, que no se atrevieron á nombrar,
ántes, con toda instancia, rogaron al · secretario Pero.
López
1
que señalase los quél quisiese que fu esen con
las provisiones;
y
se nombraron á Juan de Berrio y
á
Antonio de Aurelio
y á
otros, con los cuales se partie–
ron de la cibdad de Goamanga, habiendo llegado pri–
mero
el
obispo don Jerónimo .de Loaysa, con el cual co–
municaron
lo
que se habia hecho y de su ida al Cuzco;
y él les respondió que aguardasen, á que fuesen t odos
juntos, porql;le se notificarian las provisiones
c~n
más
abtoridad; mas no quisieron, paresciéndoles que irían
con más brevedad; y ansí caminaron la vuelta del
Cuzco.
El obispo había recibido cartas del visorey, en las
cuales Je avisaba de algunas cosas y de cómo podría
juntar ochocientos hombres de guerra, con los cuales
pensaba salir de la cibdad á encontrarse con Gonzalo
Pizarro, si supiese que todavía se desvergonzaba á ve–
nir; á lo cual le respondió
el
obispo, que debia no ha–
cer gente, sino continuar su audiencia y despachar en
ella lo.que conviniese, y aguardar á Gonzalo Pizarro y
á
los demás en su casa, acompañado de los oidores.
Estas cartas se dieron
á
Francisco de Cárdenas, vecino