II
8
La Guerra de Quito.
demanda; y que pues para en tiempos semejantes quiete
el
Rey sus vasallos, quél, por ello, y principalmente por
servir á Dios,
qu~ria
tomar trabajo y llegarse al Cuzco
para persuadir á Pifarro en lo gue convenia. Esto di–
cen que pasó el obispo con
el
visorey, y áuri otras prá–
ticas más y mayores sobre este caso; á ]o cual,
el
viso–
rey mostró gran contento, diciendo que en la ida hacia
á Dios y á S. M. gran servicio,
y
á él mercedes. Y
cuentan que se determinó quel obispo saliese luégo con
toda brevedad, porque lo mismo habian de hacer cier–
_tos notarios con las provisiones reales, para requerir con
ellas á Gonzalo Pizarra y á los demás no se·moviesen
inconsideradamente, ántes las obedesciesen como de su
Rey y señor natural; y que procurase de tener
for~a
como Pizarra no abajase
á
Los Reyes con junta de
gente ni con la desvergüenza que decia. Y para tratar
con él algun honesto concierto, dió el visorey palabra
al obispo de que pasaria por lo quél ordenase é hiciese;
y n9 se le dió poder, por algunas causas, las cuáles yo
las pondré al tiempo quel obispo
y
Gonzalo Pizarra se
vieron; .porque es gran trabajo una cosa e?crebirla
muchas veces, y más que en aqúel paso, se ha por
~
fuerza de retirar [rei-terar], porque conviene ansí.
Y seré largo en esta ida del obispo,, porqw!! pasa–
ron cosas muy delicadas
y
de noctar,
y
yo las supe de
personas que se hallaron con Pizarra de los que fue–
ron con
el
mismo obispo, y áun él mismo me lo afirmó
pasar como yo lo cuento. Y algunos trataron desta ida
del obispo, afirmando que eran cautelas y que iba más
por el bien de Pizarra y por su provecho, que no por