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Capítulo XXXII.

II I

los vecinos en secreto hablaban sus cosas, diciendo

unos á otros el visorey habia de ejecutar las nuevas le–

yes; otros decian:-Andá, dejaldo, que Pizarra está en

el Cuzco; dello ya nueva cierta tenemos que vendrá

con gente de guerra y responderá por todos. Por toda

la cibdad se devulgó lo mismo, y el visorey ya no

inoraba 10r que sabia cierto y dábase con la mano en la

frente, diciendo:-¿Es posiblequel gran Cárlos, nuestro

señor, sea temido en todas las provincias que hay en

Uropa, y quel Turco, señor de lo más de Orien–

te, no se ose mostrar con él enemigo, y que un bas–

tardo quiera forzar su voluntad real á que no se cum–

pla su mandamiento? Deseaba que los oidores acabasen

de llegar, para fundar el audiencia, y estaba el ánimo

<leste leal varon muy congojado, porque via no ser par–

te

par~

que la voluntad real se cumpliese. Tenia gran–

de odio con Vaca de Castro, y hallaba razon muy equi–

valente para le tener, haber salido de la cibdad Gas–

par Rodríguez de Camporedondo, Hernando Bachi–

cao y los demás quél sabia tenian grande afinidad con

él, creyendo que por su consejo se habian movido á ir

á la cibdad del Cuzco; y pensó· de en llegando los oi–

dores, tomarle residencia y castigarle conforme á jus–

ticia.

No tardaron muchos dias que no vino á la cibdad

nueva de la llevada del artillería de Goamanga;

y díjose que Vasco de Guevara la habia entregado

á

Frandsco de Almendras. Ninguna nueva de las pasa–

das dió tanta congoja al visorey como esta, y de su pecho

lanzaba palabras muy airadas contra Vasco de Gueva-