La Guerra de Quito.
sen arcabuces; y siempre le venian cartas de diferentes
letras, las más en cifra, todas escritas á efecto que con
brevedad bajase á Los Reyes,
é
diciendo no poco mal
del visorey. Y como ya tuviese el mando quél deseaba,
acordó de que seria bien de que se nombrasen capita–
nes y oficiales de la guerra, y pensó de dar el cargo de
alférez general á Diego Maldonado el Rico,
el
cual
con vias exquisitas se apartó de recibillo, dandb r azo–
nes que parecian evidentes ·por donde seria cosa más
acertada dejallo en la cibdad; y los del mismo cabildo
hablaron á Pizarra sobrello, para que quedase por al–
calde
é
capitan della. Y veniendo Gonzalo Pizarro en
ello, nombró por maese de campo á Alonso ·de Toro,
natural de la cibdad de Trujillo; por alférez general
señaló Antonio de Altamirano, natural de Hontivéros;
capitanes de infantería eran Diego Gumiel, natural
de Villadiego, el capitan Juan Vélez de Guevara, na–
tural de Málaga; capitan de arcabuceros
Cer~eño,
na–
tural de San Lúcar· de Barrameda; del artillería fué
nombrado por capitan Hernando Bachicao; á don Pe–
dro de Puertocarrero se nombró por capitan de gente
de caball'o.
Dende
á
pocos días, hecho este nombramiento por
el
nocente Gonzalo Pizarro, salian á la plaza las nefandas
do ejecutarlas;
y
añade que se publicaron solemnemente. Además, pasando
en silencio la fraudulenta trasmision que hizo Belalcázar de sus indios, nos
pinta la conducta de éste en aquella ocasion como prudente
y
honrada;
bien es cierto que lo hace por medio de un discurso parecido al de Mal–
donado de Olmos, aunque no tan largo (Déc . VII, lib.
VII,
cap. XXIII.)