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La Guerra de Quito.
vando solamente en su compañía á su hermano y al ca–
pitan Diego Alvarez de Cueto, su cuñado, y algunos
vecinos. Poníanle tantos inconvenientes, que no fué
parte para meterse en
el
Cuzco, á donde ciertamente,
si él fuera, los alborotos cesaran y la guerra no se co–
menzara. Mas es hablar en estas cosas al adevinar, pues
Dios tenia determinado de castigar generalmente á
aquel reyno; y aún me parece por los relámpagos que
nuevamente se levantan, si no se enmiendan, que han
de pasar por más calamidades y miserias
(a);
aunque ·
segun dice Plutarco en la vida de Lúcullo, alegando
cier ta pregunta que los sirineos
(b)
hicieron ·al divino
Platon, que no hay cosa más árdua
q~e
sujetar debajo
de ciertas leyes á los hombres que poseen muchas
.ri–
quezas, porque están como embriagados, fuera de . su
sentido natural, trasportados con
el
favor de la prós–
pera fortuna. Y áun tambien dice el mismo Plutarco
.en esta parte, qu,e, por el contrario, no hay cosa más
fácil de domar que los ánimos de semejantes hombres,
como estén abatidos y con muchos reveses de fortuna
atormentados, porque tienen ya con mucha continua–
cion de tristes casos humanos abajados los sentidos de
sus orgullosos y levantados pens·amientos (e). Y en
verdad que es notable sentencia, porque al tiempo que:
(a)
Alude
á
las rebeliones de Castilla
y
de Hernand ez Giron que estalla-.
ron
á
poco de escribirse este libro (155o).
~
(b)
Cireneos.
(e) Nihil est enim homine rebus ¡/ato secundis regí
~ifficilius,
neque
pa.-.
rentius imperio rebus ad<"Versis dejecto.