Capítulo XXIX.
103
el mal afortunado visorey entró en Perú, halló los
ánimos de los hombres prontos
y
aparejados con su
riqueza á no solamente suplicar de las leyes, mas á opo–
nerse contra él, como se opusieron; y despues'° habiendo
el mismo tirano atormentádolos y fatigádolos en tanta
manera, que pudo Gasea, no solamente mandar cum–
plir las leyes, mas aún se han ordenado otros provei-
,
mientas que ellos tenian por más graves,
y
áun á su
desplacer se ha cumplido ia voluntad del Emperador
nuestro señor, y está tan poderoso en aquellas partes
y tan temido como lo estuvo príncipe en otra provincia
del mundo, aunque su persona no carezca della. He
dicho esto, porque entiendan que S. M. pudo, como so–
berano señor, p rdonar, mas que al fin y al cabo se ha
de hacer lo quél manda, aunque hay desde España á
los fines del Perú más de cuatro mil leguas de mar
y
tierra.
CAP. XXIX.-Cómo S. M. envió una cédula
real al adelantado don . Sabastiari de Belalcá–
z.ar) mandándole que ejecutase las nuevas
leyes )
y
cómo se juntaron en la cibdad de Popa-
yan los procuradores
y
se otorgó la suplica–
czon.
D
ESPUES
de la muerte del capitan Francisco García de
Tobar y de la ida del belicoso Juan Cabrera
á
la
villa de Timaná,
y
pasados los montes y cordillera que
•