I
Prólogo.
IX
Entre los papeles que este político y clérigo sin tacha
legó al colegio de San Bartolomé de Cuenca, hállase
un trozo de la antedicha relacion, el cual he sometido
á
minuciosa compulsa con
el
texto de Fernandez; y no
hay dudar, el plágio es manifiesto y tan descarado, que
hasta puede ·marcarse en el último con toda exactitud
en el lib.
2.
0
,
cap. 47.º, f.º
100
vuelto, col.
2.\
lín. 34,
la primera palabra del manuscrito de La Gasea:
procu–
raríamos
(2).
¿Cabe ya desde hoy en adelante citar sin toda clase
de reservas un lugar, una frase de Zárate ó Fernández?
Quien falta á su conciencia, ¿no faltará mejor á la ver–
dad, ya que no por antojo, obligado de.altísimos respe–
tos, ó bien por amistad, gratitud, ambicion
6
salario?
Ninguno de los historiadores de Indias, sin em–
bargo, ha llegado donde Antonio de Herrera en esto
de apropiarse los trabajos ajenos. Siquiera el Con–
tador
y
el Palentino tienen en su disculpa haber usado,
el primero,
~e
un ,documento anónimo y acaso relegado
.· á
los archivos cuando lo
disfr~tó;
el segundo, de un
escrito que al cabo no era más que una memoria de los
insignes hechos de su autor, de
sob~a
conocidos y en–
comiados por todo el mundo
á
la sazon de publicarlo.
Pero
el
Cronista de Castilla
y
mayor de las Indias, sobre
haber incurrido en otras comisiones semejantes (3), se
atrevió á sepultar en sus Décadas una crónica entera y