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J.utero. La prime1·a
t'ué,
que los artículos de la doctrina crig;
tiana, que estabamos obligados
á
creer, eran todos conteni–
dds
ten
la
e~critura
santa; q4e por tanto era ficoion humana
un11· las tradiciones no escritas, como dejadas
á
la Iglesia de
J:
C.
á
sus Apostoles
y
continuadas hasta nosotros, por una
succesion no interrumpida de obispos: que debia tenerse como
un sacrilejio., igualar su autoridad con el antiguo y nuevo tes·
tamento.
(t)
Los teologos hablaron durante cuatro congrega·
ciones. Las teorias del heresiara se abominaron, oyendose con
espanto.
Claudio de Jay de la compañia de Jesus, dijo, que era
preciso distinguir dos clases de tradiciones; las unas; que cor•
r :•spondian
á
.la fe, las otras
a
las costumbres. Que las pri·
meras debian ser admitidas sin ecepcion; no asi las segundas,
de las que solo obligaban las practic!J.das por Ja Iglesia. El
cardenal Cervin apoyó el dictamen con la autoridad de S.
B asilio. (..) Unos querían, que se espresasen las tradiciones,
que habían ds admit11•s1·; otros,
y
entre ellos el Arzobispo de
Thore, que se reGibiesen- todas en jeneral sin la calidad de
apost<)licas,
á
fin de que nr¡r se despreciasen las que se refe.'
rian
á
los ri s.
A
tonio Martiniei:, Juzgó, ser· inutil hablar
de tradieion , pu s para clecidir sobre ello, era preciso de–
elarar antes, !fi la cuesii,.n • corresr.o dia
aL
hecho,
ó
al rlere–
oho. Est es,
si
üoctrina cristi na tione- <Jos partes; la una
que
qni~o
Dios
fo
e
estri~a;
•la o ·a qu prohibió, que' se es–
<mhiese, encomenrlan ola de
v~va
voz:
o
bien si toda la cloc·
trina enseñada, en parte ha. ido escrita
y
•en pa rte no es<lri–
ta. · Alrg6, que en • la ',antigira ley disruso" Diosl qué su pue–
blo tuviese la dey poi'.'
~crito,
y
que ali efecto {él ' mismo lo
h 11 bia hecho, pnniendo el1decalogo en
dos
t11blhs, y 'l;lrdenan.
do muchas veces
á
Moises, eecribies la ley en
UA
libró. No
a~i
en la ley evan.iélioa' qoe no necesita de tablás, ni de li–
bros. .El hijo de Dios csctibió en los corazones, sin prohí...
bi r, que se escribiese con letras. En su virtud escribieron los
Apó toles, pero, Jo que enseñaron de palabra, tiene igual va·
lor.
J.
C. dijo: id y predicad; no dijo escribid.
• PRESCINDIENDO
de las alteracirines con el Cardenal Polo,
inutiles
á
nue tro objeto, diré, que el Santo Concilio unió lo res–
pectivo a tradidon
y
escrituras, como lo hacemos, i¡¡;uiendo
[tJ
T rrio. Palao L.
2
cp.
266.
l..
J
Fleuri L.
102
n.
61
y
Ss. Pallar.
/.¡.
S
cap.
11.