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28

J.utero. La prime1·a

t'ué,

que los artículos de la doctrina crig;

tiana, que estabamos obligados

á

creer, eran todos conteni–

dds

ten

la

e~critura

santa; q4e por tanto era ficoion humana

un11· las tradiciones no escritas, como dejadas

á

la Iglesia de

J:

C.

á

sus Apostoles

y

continuadas hasta nosotros, por una

succesion no interrumpida de obispos: que debia tenerse como

un sacrilejio., igualar su autoridad con el antiguo y nuevo tes·

tamento.

(t)

Los teologos hablaron durante cuatro congrega·

ciones. Las teorias del heresiara se abominaron, oyendose con

espanto.

Claudio de Jay de la compañia de Jesus, dijo, que era

preciso distinguir dos clases de tradiciones; las unas; que cor•

r :•spondian

á

.la fe, las otras

a

las costumbres. Que las pri·

meras debian ser admitidas sin ecepcion; no asi las segundas,

de las que solo obligaban las practic!J.das por Ja Iglesia. El

cardenal Cervin apoyó el dictamen con la autoridad de S.

B asilio. (..) Unos querían, que se espresasen las tradiciones,

que habían ds admit11•s1·; otros,

y

entre ellos el Arzobispo de

Thore, que se reGibiesen- todas en jeneral sin la calidad de

apost<)licas,

á

fin de que nr¡r se despreciasen las que se refe.'

rian

á

los ri s.

A

tonio Martiniei:, Juzgó, ser· inutil hablar

de tradieion , pu s para clecidir sobre ello, era preciso de–

elarar antes, !fi la cuesii,.n • corresr.o dia

aL

hecho,

ó

al rlere–

oho. Est es,

si

üoctrina cristi na tione- <Jos partes; la una

que

qni~o

Dios

fo

e

estri~a;

•la o ·a qu prohibió, que' se es–

<mhiese, encomenrlan ola de

v~va

voz:

o

bien si toda la cloc·

trina enseñada, en parte ha. ido escrita

y

•en pa rte no es<lri–

ta. · Alrg6, que en • la ',antigira ley disruso" Diosl qué su pue–

blo tuviese la dey poi'.'

~crito,

y

que ali efecto {él ' mismo lo

h 11 bia hecho, pnniendo el1decalogo en

dos

t11blhs, y 'l;lrdenan.

do muchas veces

á

Moises, eecribies la ley en

UA

libró. No

a~i

en la ley evan.iélioa' qoe no necesita de tablás, ni de li–

bros. .El hijo de Dios csctibió en los corazones, sin prohí...

bi r, que se escribiese con letras. En su virtud escribieron los

Apó toles, pero, Jo que enseñaron de palabra, tiene igual va·

lor.

J.

C. dijo: id y predicad; no dijo escribid.

• PRESCINDIENDO

de las alteracirines con el Cardenal Polo,

inutiles

á

nue tro objeto, diré, que el Santo Concilio unió lo res–

pectivo a tradidon

y

escrituras, como lo hacemos, i¡¡;uiendo

[tJ

T rrio. Palao L.

2

cp.

266.

l..

J

Fleuri L.

102

n.

61

y

Ss. Pallar.

/.¡.

S

cap.

11.