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160

LA

potestad

dada

á

J.

C. en el

cielo

y

en

la

tierra, no

:Ja transmitió toda,

y

de igual modo

á

los apnstoles. El texto

no lo dice; por eso lo puse

á

la letra. Es una añadidura de–

masiado voluntaria. Esa postestad es privativa del Verbo

y

profetizada en el salmQ 2 v. 8

y

en el 109.

Postula

á

me

et daho tibi, gentes he1·editatem tuam.-Donec ponam mimicos tuos

seabelum pedum

tuorum.

Este

fué

el prémto de In victoria

conseguida con Ja

pasion

y

muerte, quedando eternarnen·

te vencido el poder del demonio. [.] Por eso se le dió un

nombre, que al prpnunciarlo, se estremecen las grutas infer–

nales

y

se postran los cielos. [,

J

Es una blasfemia paliada, quea

rer el hombre miserable y pecador, igualarse en dignidad con

el Verbo Encarnado, con el santo de Jos santos. Este

fué

el pecado de Satanás:

"Similis ero Altissimo.

¿QuE les manda? Que enseñen y bautizen. Que bau–

tizen en el nombre del Padre; del Hijo, del Espfritu-Santo,

no el nombre de San Pedro. Que enseñasen

a

guardar, to–

do lo que

á

ellos les mandó guardar: todos igualmente sier–

vos de la

ley: apo..toles y fieles.

¿Y que les · enseñó? que

fuesen marso

y

humildes de- e raz n, [

;J

no rotularse seño·

res sino s1erv s, (:) no usar de aquella pote tad tremenda, pr<>–

pia de los ma¡ji t ado

secu~ares.

('') ¡¡Donde eatán esos poderes

Jejislativos, judiciales oercitivQs'? N

en

ot~a

parte, que en una

arbitraria interpretru ion.

¡,Tal vez

e~

el cap. 18 del mismo S.

Mateo1

Po

:rnos o

la.. Jet a; este es

el

tll,ud de qu itar dudas.

EL capitulo 18 comienza por la cuestion de los di cipu–

los sobre cual seria e1 mas grande en el reino del ci lo.

Tan cierto es, que la ambicion es un vicio de tal naturale.

za, y tan sutil, que aun se introdujo en el mismo apo tola.

do. No es de admirar que se teproduzga en los succesores,

No podía hacerse una pregunta mas importuna, ni mas opues–

ta

á

la doctrina de nuestro muy humilde

J.

C.

La

cnntes–

tacion del Señor, debe ser una regla para los eclesia ticos

y

se–

culares. El que se humillase como este niño, este es e l ma or

en el reino del cielo.

Sigue el maestro, hablando del escan·

dalo. De allí pone el ejemplo de su piedad en

la parabo-

(.)

S. Chris.

Hom.

( , )

Apost. ad Heb.

(;)

Evanjelio.

(:)

l dem.

(

1

' )

í dem.