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siempre el guano desterrará al salitre; mas aun, nunca el
salitre adquirirá vasto mercado miéntras sus elaboradores
estén apremiados por una baja en el precio de aquel.
Resulta de esto, que jamas el salitre puede arrojar al
guano del mercado, desde que está sujeto a gastos de pro–
duccion i de elaboracion para usarlo,
d~
que el guano se
halla libre.
Verdad es que el guano no puede alcanzar un precio ele–
vado miéntras el salitre le haga competencia. No sabemos
el costo de pl'epara.cion de un quintal de guano que solo
contiene fosfatos, ni el de agregarle el salitre que ha me–
nester para convertirlo en abono; pero supongamos que
sean doce chelines; esto quiere decil' ent6nces que miéntras
el guano de calidad media no se venda a mucho mas de
doce chelines
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no tiene que temer del salitre, pero una vez
que
p~etendie se
quince o mas chelines por quintal, ent6n–
ces daría la victoria a su competidor.
Habiendo tal relacion en el valor de ambas sustancias,
es evidente que la industria i el comercio salitrero llevarán
vida efímera miéntras esten amenazados por el precio del
guano.
En corroboracion veamos lo
qu~
sucede actualmente.
El salitre vale en Inglaterra 13 chelines, que al cambio
de 30 peniques, son 5 pesos 20 centavos. El precio en Val–
paraiso es de 3 pesos 20 centavos i ageegaudo 1 peso 20
centavos por flete, seguro, mermas i demas gastos, son 4
pesos 40 centavos ; queda ent6nces un márjen de 80 centa·
vos por quintal paea especular, o solo de 42 tomada la di–
ferencia de peso. I ¿por qué el artículo no tiene la deman–
da correspondiente? por una razon bien sencilla, por la in–
,seguridad del precio a que el guano se venderá.
~,
,
El Perú, empeñado en hacer del salitre una fuente de
recursos fiscales¡ comenzó por apodet·arse de las salitreras,
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