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mayor importanci3'. estratéjica, desde que es indispensable
para el rápido envío de tropas i material de guerra al in–
terior, en caso de amena?;arse nuestra frontera boliviana.
Ademas, su existencia nos permite mantener solo peque·
ños destacamentos en San Pedro de Atacama, en Chiuchiu,
Calama
i
Caracoles, porque al primer amago podríamos re–
forzarlos en pocas horas.
De este modo nuestra guarnicion verdadera la tendria·
mos en Antofagasta, en cuyo punto su alimentacion i sos–
tenimiento seria la mitad ménos costosa que en el interior.
Su espropiacion seria inútil por las mismas razones que
lo es l¡i. de los ferrocarriles de Tarapacá: i ademas porque
siendo sus propietarios chilenos, nos prestarian siempre, i
en mejores circunstancias, los mismos importantes servi–
cios que durante la guerra nos han prestado.
Por lo demas, estando sns tarifas sujetas a un máximun,
no hai riesgo de que puedan abusar de las industrias que
ahora deben su existencia a ese ferrocarril, pues sin él seria
imposible la esplotacion de Caracoles. En efecto, los
mi–
nerales que actualmente se esplotan pagan 25 centavos por
las ochenta millas que recorren por él, lo cual ántes les
costaba 75 centavos, i este
solo
recargo de :flete de 50 cen–
tavos por quintal, imposibilita el trasporte de minerales de
treinta a treinta i cinco marcos por cajon, como es la lei
media de lo que se esplota, pues él equivale a un recargo de
un peso en marco: i no es probable que tuviese interes en
matar una esportacion que hasta aquí ha sostenido.
Lo dicho basta para manifestar que no tenemos pa1•a qué
preocuparnos de la adquisiGion de esos ferrocarriles ni de
intervenir en su actual modo de ser.
El que convendria hacer.
Posteriormente llegará la oportunidad de examinar
la.