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l

-·117

bierto que

ni

1;

Pulga

chilena,

ni el

bachiller

Obando (que no era bachiller

sirto minero) fueron quemados, pues recibieron mas blandos castigos. Santo

y

bueno!-El erudito prebendado ha salido a través de nuestra. duda

y

la

ha ilustrado,

y

desde hoi sabemos_que en el pergamino titulado

Tri'ltnfo& dtl

Santo Oficio peruano,

(con el que hGl.Sta hoi no habíamos tenido la suerte

de tropezar), se cuenta el caso de la

Pulga

y

de la

Pulguita

su hija.

Pero aun de esa alusion

de no sabemos dónde

que apuntamos en honor a

nuestra veracidad, queremos dar razon, porque es lo cierto que habia en

nuestros recuerdos alguna confusion de nombres

y

de cosas, como aquellas

espresiónes bien lo daban a conocer·. Rabiamos no¡¡otros leido sin disputa en

alguna parte que había habido

brujos

y

bachille1·es

quemados en la Inquisi–

cion de Líma,

y

a la vardad que así era el caso con la célebre

madama

Castro

la

voladvm,

que era española,

y

con el

bacJ¿itzer

Francisco M:aldonado,' que

no era chileno sino arjentino. Eranlo, sin embargo, don ,Juan Francisco de

l:rlloa

y

don Juan Francisco de Velasco, ambos naturales de Santiago, quie–

nes, habiendo fallecido en su prision, fueron

quemados

en

estátua.

(1) Por

manera que en esto de chilenos quemados hai

mayor

número

que el que

nosotros habíamos creído retener en la memoria, aunque sus nombres

11e

habían trocado en las cabidades de aquella. Lastimoso

y

grave error de que

nos confesamos reos, aunque felizmente

n~estra

victirna fué solo una

pulga....

Sobre este punto de errores de detalle sin pecado de mentira, o inducidos

poi

culpa ajena, estamos dispuestos,

sin

embargo, a nn tratar la cuestion

inquisitorialmente,

sino, al contrario, a proponer a nuestro adversario _que

acojiéndonos de buen grad6 a una tregua indefinida, demos por compurga–

dos nuestros pequeños deslices de ' gramática

y

de aritmética, a no ser que

el señer prebendado insista en su terrible entusiasmo por el Santo Oficio,

y

queriendo

haber benignamente con nosoiro_s,

haga lo que aquel, que absolvió

a Moyen de la herejía

y

lo mandó morir por sospecha;. en cuyo caso nos

será licito dar por no hecha la propuesta. Para tal evento nos ponemos pues

a la sombra

y

aguardamos el chubasco de fuego que se nos anuncia.

Pero antes de dar fin a esta

Rápida contra-ojeada

que tuvimos la descor–

tesía de declarar desde el priHcipio habíamos emprendido de mala gana, séanos

(1) Como en el Apéndice hablamos estensamente del auto de fé de 23 de diciembre de

1'736

en que se hicieron estos m>stigos, volveremos a

hablar

de

e5tos

infelices

paúanoa

nuestros.

En

cu,a.nto a otras víc!iimas. chilenas del Santo Oficio, el terror que enmudecia los

labios d!l los vivos, ha enmudecido tambien

los

de

la

tradicion. Solo se recuerda. el de un

fra.nces hosped3do en

casa.

del oidor jubilado don .Alonso de Gilzma.n

(allá

por el año

de 1770-) .que fué arrebatado misteriosomente por

l:l.

coleza verlk,

sin que

hasta

a.qui

M

haya. sabido su destino

y

el de otro europeo que habiéndose éasado en

l_a

famili&

de

lrigoyen, salió

a.

misa. al

dia

'siguiente de celebradas las nupcias,

y

no volvió

:a.

ver

mu

~u

casa.

IÍi

su novia,

ni

;rCÍ.$

mil

]Jt$OB

que en

la

vispera le habia.n dado de dote....