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bierto que
ni
1;
Pulga
chilena,
ni el
bachiller
Obando (que no era bachiller
sirto minero) fueron quemados, pues recibieron mas blandos castigos. Santo
y
bueno!-El erudito prebendado ha salido a través de nuestra. duda
y
la
ha ilustrado,
y
desde hoi sabemos_que en el pergamino titulado
Tri'ltnfo& dtl
Santo Oficio peruano,
(con el que hGl.Sta hoi no habíamos tenido la suerte
de tropezar), se cuenta el caso de la
Pulga
y
de la
Pulguita
su hija.
Pero aun de esa alusion
de no sabemos dónde
que apuntamos en honor a
nuestra veracidad, queremos dar razon, porque es lo cierto que habia en
nuestros recuerdos alguna confusion de nombres
y
de cosas, como aquellas
espresiónes bien lo daban a conocer·. Rabiamos no¡¡otros leido sin disputa en
alguna parte que había habido
brujos
y
bachille1·es
quemados en la Inquisi–
cion de Líma,
y
a la vardad que así era el caso con la célebre
madama
Castro
la
voladvm,
que era española,
y
con el
bacJ¿itzer
Francisco M:aldonado,' que
no era chileno sino arjentino. Eranlo, sin embargo, don ,Juan Francisco de
l:rlloa
y
don Juan Francisco de Velasco, ambos naturales de Santiago, quie–
nes, habiendo fallecido en su prision, fueron
quemados
en
estátua.
(1) Por
manera que en esto de chilenos quemados hai
mayor
número
que el que
nosotros habíamos creído retener en la memoria, aunque sus nombres
11e
habían trocado en las cabidades de aquella. Lastimoso
y
grave error de que
nos confesamos reos, aunque felizmente
n~estra
victirna fué solo una
pulga....
Sobre este punto de errores de detalle sin pecado de mentira, o inducidos
poi
culpa ajena, estamos dispuestos,
sin
embargo, a nn tratar la cuestion
inquisitorialmente,
sino, al contrario, a proponer a nuestro adversario _que
acojiéndonos de buen grad6 a una tregua indefinida, demos por compurga–
dos nuestros pequeños deslices de ' gramática
y
de aritmética, a no ser que
el señer prebendado insista en su terrible entusiasmo por el Santo Oficio,
y
queriendo
haber benignamente con nosoiro_s,
haga lo que aquel, que absolvió
a Moyen de la herejía
y
lo mandó morir por sospecha;. en cuyo caso nos
será licito dar por no hecha la propuesta. Para tal evento nos ponemos pues
a la sombra
y
aguardamos el chubasco de fuego que se nos anuncia.
Pero antes de dar fin a esta
Rápida contra-ojeada
que tuvimos la descor–
tesía de declarar desde el priHcipio habíamos emprendido de mala gana, séanos
(1) Como en el Apéndice hablamos estensamente del auto de fé de 23 de diciembre de
1'736
en que se hicieron estos m>stigos, volveremos a
hablar
de
e5tos
infelices
paúanoa
nuestros.
En
cu,a.nto a otras víc!iimas. chilenas del Santo Oficio, el terror que enmudecia los
labios d!l los vivos, ha enmudecido tambien
los
de
la
tradicion. Solo se recuerda. el de un
fra.nces hosped3do en
casa.
del oidor jubilado don .Alonso de Gilzma.n
(allá
por el año
de 1770-) .que fué arrebatado misteriosomente por
l:l.
coleza verlk,
sin que
hasta
a.qui
M
haya. sabido su destino
y
el de otro europeo que habiéndose éasado en
l_a
famili&
de
lrigoyen, salió
a.
misa. al
dia
'siguiente de celebradas las nupcias,
y
no volvió
:a.
ver
mu
~u
casa.
IÍi
su novia,
ni
;rCÍ.$
mil
]Jt$OB
que en
la
vispera le habia.n dado de dote....