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CAPÍTULO XXVI

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dad que hay de esta misma providencia, pues el inquisidor

Rodríguez lo es solo en el non1bre, no habiendo dictado

en dos años que ha que juró su plaza una cláusula en a u–

diencia, despachos, cartas, estractos, relaciones de causas,

ni siendo capaz de hacerlo sino con el empeño que se deja

entender por el de los votos que ha dictado con ocasion

de discorclia

9 ."

Por fortuna para el decoro del Tribunal, como se espre–

saba

.A ..

musquíbar, Rodriguez. murió repentinamente el

31

de octubre de 1756. Vino, pues, aquél, con este suceso a

quedar nuevamente solo en el Santo Oficio, i aunque po–

co despues se designaba para acompañarle a José de Sa–

lazar i Cevallos, canónigo de Arequipa, no alcanzó éste a

tomar posesion del destino a causa ·de su fallecimiento,

que se anunció a Lima por correo especial en noviembre

del año siguiente de

1757.

10

Segun se habrá notado, de algun tiempo atras, los in–

quisidores no se enviaban ya de España, como de ántes,

sino que se elejian de entre los eclesiásticos establecidos

en Indias i aun natr:.rales de ellas, apesar de que era co–

rriente por esa época la opinion de que los criollos no eran

aparentes para puestos de justicia.

11

Con este sistema no

obedecía el Consejo J eneral a una opinion diversa de la

que le tras1nitian sus ajentes de América, sino a que con

este medio se evitaban los cuantiosos gastos que deman–

daba el pasaje desde España de los inquisidores i sus sé–

quitos, deseoso de verificar por este n1edio econon1ías que

permitiesen proceder de una vez i de una manera seria a

la reconstruccion del arruinado edificio de la Inquisicion.

A este r>ropósito tendian las instrucciones que se habian

entregado a los ministros últimamente nombrados i que

habian n1otivado de parte de ellos i rnui especialmente de

9.

Carta

de 16 de enero de 1754.

10.

Carta de Jerónimo de la Torre, de

17

de noviembre de

1757.

11.

ceLos criollos de estas provincias, no son para ministerios de

j

us–

ticia,)) decia

La

Torre en la carta que acabamos de citar. Desde la

fun–

dacion el Tribunal todos los ministros habían estado repitiendo lo

mismo, avanzándose aun a afirmar que criollo era sinónimo de

todas

las malas cualidades que pudieran verse reunidas en una misma per·

sona.