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LA INQUISICION DE LIMA
Mas aun: en el ·mismo Tribunal i hasta en su propio
jefe babia venido a encontrar acojida un delito contra la
fe, tan notorio en Lima, que el mismo Arzobispo se vió
en el caso de denunciarlo al Consejo. En efecto, el fraile
franciscano Fr. J oaquin de la Parra, había predicado en
la iglesia de su convento que, segun revelaciones que ha–
bían tenido nueve personas mui virtuosas, pronto había
de quedar Lima reducida a cenizas por la ira del cielo.
Es fácil calcular la conmocion i el espanto que se apoderó
de la ciudad al oir semejante especie: hubo llantos, confe–
siones jenerales, i tal alboroto que el Prelado, por medio
de su provisor, hizo exan1Ínar al franciscano tocante al
oríjen de las revelaciones de que se habia hecho eco en la
cátedra sagrada. Parra, que estaba sumamente satisfecho
del efecto causado 1)or sus prédicas, confesó que las reve–
laciones eran perfectamente ciertas, i que aun para que
no se terjiversasen sus palabras, había rogado al Inquisi–
dor se hallase presente a oírlas, his cuales, por lo demas,
ántes de publicarlas, las había consultado
c.onpersonas
mui doctas i graves, que le dijeron podia
declararlas en
público. Mas, instado por el delegado arzobispal José' Po–
tau para que declarase los non1bres de las personag que
habían sido favorecidas con tales anuncios, declaró que
solo podía hacerlo respecto de una de sus confesadas,
pues las otras (que todas eran n1ujeres) eran hijas de con–
fesion de otros
sacerdot~s.
11Díjome, pues, espresa Potau,
que su confesada .era mujer de edad de treinta
y
cinco a–
ños, poco mas o ménos, doncella e hija de familia, de com–
plexion sana, aunque de muy poco sueño, de larga ora–
cion, de mas de tres horas de noche,
y
de una profunda
humildad. Esta, pues, (dijo) la víspera de la Asuncion de
Nuestra Señora deste presente año de
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estando dor–
mida, se le representó que el Señor arrojaba desde el cie–
lo contra cada una de las casas desta ciudad tres lanzas o
flechas de fuego, con que se incendiaba toda ella
y
queda–
ba reducida a cenizas, en castigo de las graves culpas que
se cometían, especialmente por los individuos del estado
eclesiástico, secular
y
regular, en que se incluían las mon–
jas." Que para cerciorarse de la verdad de ta.n funesto
anuncio, se le había ocurrido que si su confesada le repi-