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CAPÍTULO XXVI

nado en la procession de reos'

y

celebridad del auto. Se–

guíale a pocos passos, vestido. de terciopelo negro con

hábito y venera del Santo Oficio y vara alta, insignia de

su honroso cargo, el alguacil mayor del Santo Tribunal,

Marques de Montealegre, en un brioso bruto, que

airo~a­

menete manexaba. Iba con igual lucimiento a su lado si–

niestro, don Gaspar de Orue, secretario del Seereto, aeom–

pañándolo de retroguardia un trozo de caballería, resto de

todo el cuerpo·militar, que con espada; en mano, guarne–

cian por frente

y

costados el mísero

y

abominable espectá–

culo de reos.

"Assí passearon veintidos.calles, habiendo subido

ha~ata

la plazuela de Santa Ana,

y

de aquí, descendiendo po-r l1a

real cassa de Moneda y colegio de Santo Thomas, se resti–

tuyeron al Tribunal, donde el alguacil mayor volvió los

castigados reos al alcaide para que, puestos otra vez en

· sus encierros, saliessen el señalado dia a cumplir sus cár–

celes, depósitos

y

destierros. Y para que en cumplimiento

de los mandatos del Santo Tribunal, no quedasse órden

sin executarse, el dia seis de novien1bre, en

hit

iglesia del

colegio 1náximo de San Pablo, con la assistencia de la ma–

yor parte de la nobleza de esta ciudad, convidada por los

dichos calificados padrinos, se hicieron públicas exequias a

donJuan de Loyola, cuyos huessos, exhumados de la bóve–

da en que secretamente se habian sepultado en una capilla.

de la iglesia de Santa María Magdalena, se trasladaron a

este templo, donde se les señaló sitio para su depósito

y

ent~erro,

e? que yacen en cerrado cajon, debido·honor a

su 1nocencra.

nDe este modó se cumplieron todas las órdenes del San–

to Tribunal, reconociéndose en lo mas árduo indeficiente

el celo del señor consejero visitador y señores Ynquisidores,

pues en medio de una general desolacion, continuada pla–

ga de temblores, repetidas epidemias y otras calamidades

que bastaban a perturbar el ánimo mas constante, siem.p:re

se ha espe:rimentado vigoroso su espíritu pa:rra atender a

lo económico

y

civil del Tribunal. De manera que aunque

se deshizo el material de sus fábricas, se mantuvo en per–

feccion lo formal de su gobierno, a espensas del

desve~o

y

cuidado de tan celosos ministros, que aun a peligro de

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