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LA INQUISHJION DE

LÍMA

volvió a formarse la procesion con aquella órden que ba–

bia

en~rado,

y

procediendo otra vez por la plaza mayor,

el Exmo. señor Virey, que tambien le esperaba a la vuel–

ta en la galería del palacio en que ántes se habia dexado

ver, repitió con el Tribunal Santo de la Fe las mismas ca–

tólicas ·demostraciones que a la ida le habían dictado su

religioso celo

y

fervorosa cristiandad.

"Continuando, pues, el ilustre acompañamiento, siguió

la procesion hasta restituirle al Tribunal, donde terminó

aquel admirable espectáculo de la fe, con las atenciones

de urbanidad y cortesanía que actuaron los señores Ynqui–

sidores con la nobleza que asistió a apadrinar los reos,

que entregados al alcaide, los volvió a sus calabozos, para

que el dia veintiuno, saliendo en mulas de albarda por las

calles públicas, a la vergüenza, se executasse en ellos, a

voz de pregonero, la sentencia de azotes, que se practicó

assí.

"Venian los primeros a caballo, el alcaide

y

p~rtero

del

Santo Tribunal. Conducíanse luego en mulas de albarda

los reos, desnudos de la cinta arriba, con las afrentosas in–

signias de coroza a la cabeza

y

soga gruesa al cuello;

y

en

cada esquina ele las calles públicas

y

acostumbradas, el

· fiel executor , a voz de pregonero que publicaba sus deli–

tos, les heria con una penca las espaldas, para que cum–

pliénclose assí la sentencia de azotes que, en vista de sus

méritos, se les impuso, págassen con este linage de castigo

otras penas de cárcel

y

destierro, las abominables culpas

que cometieron contra el candor

y

pureza de la ley.

"Despues, quatro lacayos, costosamente adornados de

libreas de paño azul fino, con botonaduras, alamares

y

franjas de plata, conducían de unos cordones de seda el

generoso blanco bruto, que con riquísimos encintados ele

tisú de oro, silla de terciopelo carmesí bordada de plata

de realze, con artificiosos lucientes briscados, estribos

y

hevillages de oro de martillo, cargaba la estatua de don

tTuan de Loyola, que ostentando con la palma que llevaba

el triunfo de la calumnia, se hizo símbolo de la inocencia.

Acompañábanle por uno

y

otro lado, con igual grandeza,

assí en los jaeces de los caballos, como en la riqueza de los

vestidos, los dos calificados sujetos que le habían apadri-