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LA INQUISIOION DE LIMA
cunstancias de gravedad, i que uno de los nusmos JUeces
hubo de revelar 1nas tarde.
Sea el primero el ele Ana de Castro, quien, como se re–
cordará, fué entregada a la justicia secular, para ser ahor–
cada i quemada en seguida en el brasero. Por él "recono–
cerá V. A., significaba al Cousejo el juez aludido, cuán
temerariamente se quitó la vida a esta reo, contra órdenes
espresas de V. A. "
Los antecedentes enviados a Espa_ña alcanzaban hasta
el momento en que debia darse torn1ento a aquella infeliz,
estando ya votada a relajacion. Esperaba el Consejo, con
este motivo, nque si de la dilijencia del tormento i au–
diencia con calificadores antecedentes, resultase no arre–
pentirse la reo y confesar su delito, sino mantenerse en
el misn1o estado de negativa, sin novedad alguna, se eje–
cute en ella la sentencia de relajacion;
y
sobreviniendo
novedad, confesando sus delitos
y
estimándola arrepenti–
da, se le re_conciliará en forma."
1
Sueedió que eLdia ántes de Eialir al suplicio,
la Castro
solicitó
i
oht.uvo dos audiemcias voluntarias, "en las cuales
no paFece puede dudarse que confesó lo que bastaba
y
sobraba, sino para t.enerse por verdaderamente arrepenti–
da, ,
el~
mod9 que se-le hubiese de admitir luego a la re–
co:neiliacion.
~
.
.
o:
:
;
.porque en aquel confiicto
y
natural tur–
hacion
y
.bajo
~et
una pregunta jeneral, ¿qué mas pudo
haf!elt ni
~XqJ:t;0.~ar
uná poln:e mujel', especialmente igno–
r~ndo,
•CO:t¡no .debiá ign0Tar, la celada que le tenia armada
Catlderon(que hacia_de ,frgcal) en el efujio de- si contesta–
ba o no
ente~amentc
con todos sus qórnplices
y
particulares
sucesos de
~us
observancias?
n .
. , No
c,onstaba:,~
ademas, del proceso que se le hubiese no–
tificado el auto de
r~lajacion,
ni .· del . cuaderno de votos
ap.arecia contprobacion
a~guna
de este acuerdo,
i
aun en
easo de que hubiese existido, era nulo po.r haberse verifi–
cado sin asistencia del Ordinario, pues aunque se daba
por cierta la de éste
i
tres consultores, solo se veían allí
las t·úbricas de Ibañez
i
U
nda. I lo cierto fué que apesar
de las confesiones de la Castro, ocurridas el dia que pre-
l.
Carta
de 4 de febrero de 1732.