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312

LA INQUISIOION DE LIMA

cunstancias de gravedad, i que uno de los nusmos JUeces

hubo de revelar 1nas tarde.

Sea el primero el ele Ana de Castro, quien, como se re–

cordará, fué entregada a la justicia secular, para ser ahor–

cada i quemada en seguida en el brasero. Por él "recono–

cerá V. A., significaba al Cousejo el juez aludido, cuán

temerariamente se quitó la vida a esta reo, contra órdenes

espresas de V. A. "

Los antecedentes enviados a Espa_ña alcanzaban hasta

el momento en que debia darse torn1ento a aquella infeliz,

estando ya votada a relajacion. Esperaba el Consejo, con

este motivo, nque si de la dilijencia del tormento i au–

diencia con calificadores antecedentes, resultase no arre–

pentirse la reo y confesar su delito, sino mantenerse en

el misn1o estado de negativa, sin novedad alguna, se eje–

cute en ella la sentencia de relajacion;

y

sobreviniendo

novedad, confesando sus delitos

y

estimándola arrepenti–

da, se le re_conciliará en forma."

1

Sueedió que eLdia ántes de Eialir al suplicio,

la Castro

solicitó

i

oht.uvo dos audiemcias voluntarias, "en las cuales

no paFece puede dudarse que confesó lo que bastaba

y

sobraba, sino para t.enerse por verdaderamente arrepenti–

da, ,

el~

mod9 que se-le hubiese de admitir luego a la re–

co:neiliacion.

~

.

.

o:

:

;

.porque en aquel confiicto

y

natural tur–

hacion

y

.bajo

~et

una pregunta jeneral, ¿qué mas pudo

haf!elt ni

~XqJ:t;0.~ar

uná poln:e mujel', especialmente igno–

r~ndo,

•CO:t¡no .debiá ign0Tar, la celada que le tenia armada

Catlderon(que hacia_de ,frgcal) en el efujio de- si contesta–

ba o no

ente~amentc

con todos sus qórnplices

y

particulares

sucesos de

~us

observancias?

n .

. , No

c,onstaba:,~

ademas, del proceso que se le hubiese no–

tificado el auto de

r~lajacion,

ni .· del . cuaderno de votos

ap.arecia contprobacion

a~guna

de este acuerdo,

i

aun en

easo de que hubiese existido, era nulo po.r haberse verifi–

cado sin asistencia del Ordinario, pues aunque se daba

por cierta la de éste

i

tres consultores, solo se veían allí

las t·úbricas de Ibañez

i

U

nda. I lo cierto fué que apesar

de las confesiones de la Castro, ocurridas el dia que pre-

l.

Carta

de 4 de febrero de 1732.