CAPÍTULO XXIV
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viera con las lámparas, le mandó que le hiciese volver a
su oficio; pero aquél, que .ndebajo de su tiznado color, es–
presaba Gutierrez, es de mucha razon y punto", se negó
a ello redondamente.
Miéntras esto pasaba en el Santo Oficio, el Virei envió
a uno de sus jentiles-hombres a casa de Gutierrez para
pedirle que le informase de lo sucedido, i pasando en per–
sona a verle en aquella misma tarde para espresarle cuán
sentido se hallaba con el proceder de Ibañez; a quien el
obispo procuró entónces disculpar, manifestándole que
aquel era solo un negocio entre compañeros, de que él no
debía darse por aludido .... Despues de esto, Ibañez vi–
no a comprender que el paso que había dado era manifies–
tamente ofensivo al ·virei, a quien dió sus escusas, haGién–
dole presente que su enojo habia nacido de que no se
le hubiese avisado que estaba en las casas de la Inquisi–
cion para haberle hecho en persona los honores correspon–
dientes a su rango.
Esplicando Gutierrez al Consejo la razon de la malque–
rencia de sus colegas hár-ia él, entra en algunos pormeno–
res que conviene declarar. Atribuíala, en primer lugar, a
los numerosos asuetos que los jueces acostu1nbraban darse
con cualquier pretesto, i eso 11Íuera de los de tabla, que
son, con poca diferencia, la n1itad del año," siendo que el
sueldo de que disfrutaban, tanto Ibañez como Calderon,
ascendente a cuatro mil novecientos sesenta i tres pesos
i
pico, sin ayudas de costa's
7 ,
bien les hubiera permitido es–
casarse de semejantes holganzas; el haberse el esponente
resistido a que Ibañez nombrase de secretario a Lorenzo
Rizo, que hacia de relator en lo civil, empeño en que ha–
bía salido mal, por cuanto el candidato resultó ser hijo
bastardo de un jenoves i de una mujer espúria de cierto
eclesiástico, interesado, mui codicioso i tan mal reputado,
que tenia al Tribunal con dos mil quejosos en su ministe–
rio de relator, por mas estofado que se hallase con su grado
de doctor. Refería., ademas, que otro tanto había ocurrido
en el nombramiento de un consultor i en el del cirujano del
Tribunal, reca.ido en un José de Ayala, mulato, i por aña-
7.
Carta
de
los Inquisidores
de
31 ·de
mayo
de
1734.