288
LA INQUISICION DE LIMA
sino que aseguró que podia tambien contarse con su pre–
sencia. ·volvió el Fiscal al día siguiente a tributar las
gracias al Marqués i a significarle al mismo tiempo que
por el estado de atraso en que se encontraban las rentas
del municipio, el auto se celebraría en la iglesia de Santo
Domingo i no en la plaza, único sitio a que sus anteceso–
res habian acostu1nbrado concurrir cuando no se hallaban
de incógnito dentro de_ lo que vulgarmente llamaban jau–
las. Porfió el Virei en que apesar de eso quería hallarse
presente, i como no hubiera forma de disuadirle de su empe
ño, hubo de tener lugar la ceremonia como si se tratase
de un·a pública
10 •
,
El mui famoso doctor don Pedro de Peralta Barnuevo
i Rocha, a quien el Virei, deseando perpetuar el recuerdo
de una fiesta cuya solemnidad en gran parte le era debi–
da, dió el encargo de publicar su relacion, cuenta que
uapénas habia amanecido el dia señalado, pasó unn compa–
ñía. de infantería con fusil i bayoneta calada a guardar el
cementerio del templo para contener al pueblo, cuya cu–
riosidad era tan grande que fué necesario resistir lo mis–
mo que se debía celebrar."
Junto el ac
ompañamiento del Virey en Palacio, pasó
en carroza a las
casas.dela Inquisicion i clespues de apearse,
penetró en el patio del Tribunal, con la Audiencia, Tribu–
-nal de Cuentas i el Cabildo, llegando hasta las gradas del
A_nte-tribunal, donde ya lo esperaban los Inquisidores,
tomándolo al medio para comenzar luego la procesion.
Iba en la vanguardia un trozo de soldados de caballería,
vestidos de rico paño azul con botonaduras de plata i bandas
de terciopelo carmesí, rematadas de hevillaje igualmente de
plata, con espada en mano. El resto de la caballería se había
abierto en dos alas para cojer en medio i protejer la pro–
cesion. Venian despues las compañías de infantería del pre–
sidio del Callao; luego seguía la cruz de la Catedral, llevada
por el cura don Ignacio Diaz, acompañado de numerosos
clérigos, revestidos de magníficos sobrepellices. Seguían
los familiares, adornados de sus veneras i hábitos, los ca–
lificadores, títulos i caballeros que iban de padrinos, todos
10.
Carta de
16
de octubre de
1788.