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CAPÍTULO XXII

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ron a Roma con su fama; espadas, dagas y otras preseas de

esta calidad eran ya a un tie1npo trastes

y

reliquias,

uniendo la incompatibilidad de lo religioso de la veneracion

con lo profano del servicio; sino es el altar

y

la canoniza–

cion, no le faltaba otra cosa en la acepcion comun del

reyno. Guardábanse ya los fragmentos de lo que por su

contacto o participacion, esperaban en breve ver reliquias.

Sus vestidos, muelas, uñas

y

cabellos, no eran n1as de–

centes que las vendas y paños teñidos en su sangre; lo

que mas horrible fué era lo que ocultaba al pueblo

y

solo

manifestado a sus confesores, tenia en mayor su santidad

y

en notable expectacion al 1nundo.

11Esto es, sus copiosos escritos en materias teológicas;

en quince años, escribió quince libros, compuestos de qui–

nientos

y

quarenta

y

tres cuadernos, con mas de siete

mil y quinientas foxas, cuyo asunto principal, decía, se

encaminaba a que por sus escritos avía de declarar la San–

ta Sede Apostólica por de fee, el misterio de la Concep–

cion purísima de Nuestra Señora, y que para este fin la

avia Dios elegido singularmente, constituyéndola maestra

, y doctora de los doctores. Tuvo engaf1ado al género hu–

nlano en este reino, sin reservarse Vireyes, Arzobispos,

Obispos y Prelados: hacia felices solo el comunicarla. Ul–

timamente, reconocido este mónstruo, quitada la máscara

a esta esfinge diabólica, se halló todo el prodigio de sus

n1aravillas, portento de embustes, ficciones

y

vanidades

ridículas, irrisorias, contradictorias

y

disparatadas, por la

mayor parte en las revelaciones. Sus escritos, un seminario

de heregías, errores, malsonancias, temeridades, escán–

dalo de proposiciones cismáticas, impías, blasfenüas peli–

grosas, arrogantes, presumptuosas, disparatadas, relaxati–

vas de las costumbres, injuriosas

y

denigrativas de los

próximos en todos estados, expresando sus nombres, sin

exceptuar Pontífiees, Reyes, Vireyes, Tribunal del Santo

Oficio, Reales Audiencias, Arzobispos, Obispos, Cabildos,

eclesiásticos, sagradas religiones,, monasterios de monjas,

como tambien de otras personas determinadas con negras

notas de graves injurias, infamándolos no una sino mu–

chas veces, refiriendo que Dios se lo revelaba. Su vida

desahogada, inmodesta, regalada, sin penitencia ni morti-