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LA INQUISICION DE LIMA

muerta una manceba suya i enterrada, dijo que pagaria

al sacristan para que le sacase la calavera para tenerla a

la cabecera de su cama i adorarla, etc. Despues de negar–

lo todo, concluyó por decir ·que lo habia hecho por conse–

jo que le dieron en la cárcel del Cuzco; siendo al fin con–

denado a salir en auto, con insignias de blasfemo, a que

abjurase

de levi,

i a otras penas.

Fr. Francisco de Alzamora, relijioso profeso, corista del

convento de Santo Domingo de Lima, de veinticuatro

años, fué testificado de que estando fujitivo, habia cele–

brado misa en tres ocasiones i hecho un entierro solemne,

i que bajo de juran1ento.habia llamado al diablo. Hallán–

dose en la cárcel pidió confesor, ponderando las aflicciones

i desconsuelos que padecia i las funestas representacio–

nes que veía en sueños. Justificá.ronle de que siendo de

dieziseis años, hahia entrado en relaciones con cierta jó–

ven, i de temor del castigo que pudiera sobrevenirle, se ba–

bia entrado fraile, de lo cual, arrepentido, llamaba al diablo

para que le sacase de su encierro,

i

que en efecto, una

vez, hallándose en un platanar, se le apareció un hombre

como de vara i media de alto, blanco, con uñas mui largas

i

una mano overa, que le dijo que le pondria fuera del

convento a·condicion de que no rezase el rosario, ni el

oficio parvo, en lo que babia venido el reo; que estando

próximo a profesar, se le apareció de nuevo, aconsejándo–

le hiciese sus votos sin intencion de cumplirlos, lo que

tarnbien babia ejecutado; i de que hallándose una vez en

casa de su padre, se le presentó el mi.smo personaje, i dán–

dole algun dinero, le invitó a que fuese a casa de una

mujer de buen rostro, con quien habia permanecido en

ilícita amistad algun tiempo; i por fin, de que hallándose

de portero del convento, tuvo siempre numerosas aventu–

ras galantes en que se vió bien correspondido.

En atencion a la calidad de su padre D. ,José de Alza–

mora, jeneral de la Mar del Sur, fué sentenciado a que se

presentase en la sala de audiencia a oir la lectura de

su sentencia, en que se le declaraba por irregular i se le

mandaba abjurar

de levi.

Fr. Antonio Montero, diácono de la Merced, de Quito,

residente en el obispado de Trujillo, testificado de haber