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CAPÍTULO XXI

227

confesado a un india

i

de que habia celebrado muchas mi–

sas sin ser sacerdote; de que se habia escapado de su conven–

to a causa de ciertas puñaladas que diera a otro hombre,

i

finalmente, de que habia usado de patentes falsas, fué

sentenciado en análoga forma al anterior i desterrado de

Quito por cuatro años.

Fr. Pedro Ruiz de Rojas, corista de San Agustin, de

aquella ciudad, de quien se averiguó haber hecho fuga

en cuatro ocasiones de su convento i de varios hurtos que

con1etiera donde solía hospedarse: por haber dicho misa i

confesado, fué desterrado a Santiago.

Antonio ele Corro i Cos, clérigo, residente en Lima, de

cincuenta años, acusado de haber recibido las órdenes sa–

gradas, siendo casado en Yumbel de Chile hacia treinta

años, declaró que despues de haber partido de su casa pa–

ra Tucuman, había allí recibido la sotana de la Compañía

de Jesus, creyendo que su n1ujer era muerta, pero que ha–

biendo sabido en Potosí por carta que ella le escribió en

que le ofrecía entrarse a un convento, que era viva, se de–

nunciaba al Tribunal para que procediese contra él; sien–

do absuelto en vista de la buena fe con que parecía haber

procedido.

Fr. Diego Mesía, alias don Diego Antonio 1\!Iosquera,

limeño, lego ele San Juan de Dios, se denunció tambien

de que despues de profesar se habia casado en Chachapo–

yas, cuy'a causa no llegó a sentenciarse por haber muerto

el reo mjéntras se tran1itaba.

Fr. Pedro Muñoz, sacerdote ele San Francisco, acusado

de que imponia a sus penitentes mujeres que recibiesen

azotes de su mano, por detras o por delante, a su eleccion,

lo que declaró que hacia por el poco temor que tenian a

, Dios las hijas de

Eva;

fué suspendido del confesonario.

Jerónimo de Ortega, clérigo de menores órdenes, se de–

nunció por consejos de su confesor, de que en tres ocasio–

nes le habia firmado cédula al demonio, el cual, sin einbar–

go, no habia querido recojerlas del lugar en que se las había

dejado, i que en otra ocasion en el campo, en union de

otras dos personas, lo invocaban diciéndole: ''Tú, que dicen

eres señor del Africa, como tan poderoso, ayúdanos

y

da–

nos fortuna, así para el juego como para nuestros an1ores