CAP.
VIII-MODO DE PROCEDE.I:t DEL SANTO OFICIO
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de sus acusadores, y á fin de que no pudiese siquie–
ra sospecharlo, al darle traslado de la acusación,
se invertía el orden en que aparecían declarando
en el proceso, ó se atribuía á uno la declaración de
otro. «Se advierte, decía á este respecto y con
ocasión de la causa de fray Pedro Gaseo, el visita–
dor Ruíz de Prado, el cuidado que ha de haber en
sacar las publicaciones, especialmente en negocios
de complicidad, para que el reo no pueda, por nin–
guna vía, atinar con el testigo.»
Se acostumbraba castigar en auto público á los
testigos falsos, designándose como tales aquellos
que negaban los cargos que otros habían formula–
do contra el reo.
En pareciendo el ac.usado ante sus jueces, era
su primer deber jurar decir verdad en todo lo que
se le preguntase, aunque fuese en r.ontra suya; se
le interrogaba á continuación por su patria, padres,
lugar de su residencia, si era cristiano nuevo, su
ocupación, si había ó no estudiado, y, por fin, se
le hacía recitar el discurso de su vida. Rezaba, en
seguida, las oraciones del Padre Nuestro, Credo,
etc., y si no las sabía ó se equivocaba, se establecía
desde luego en contra suya un indicio gravísimo
de su falta de cristiandad. Preguntado si sabía ó
presumía la causa de su prisión, como negase,
era de estilo decirle que el Santo Oficio nunca
acostumbraba prender á nadie sin justa causa.
Cuando el reo negaba, el Inquisidor tenía á su
disposici6n muchos arbitrios para obtener la con–
fesión que deseaba, ya manifestándole que de las
deposiciones de los testigos aparecía su delito (aun–
que el hecho fuese falso), ya poniendo en la pri-