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INQUISICIÓN DE CHILE
en el Tribunal cuya historia en Chile compagina–
mos nos sugiera.
El método más común de iniciar un proceso en
el Santo Oficio era la delación, que se hacía, ya
por escrito, ya por declaración verbal, procedien–
do desde ese momento los jueces de oficio, sin
parte contraria.
Á
pesar de que el denuncio no
tuviese viso alguno de verdad, no por eso debía
sobreseerse desde luego definitivamente, pues, se–
gún sus doútrinas, lo que no se descubría en un
día, podía aparecer en otro. Todo el mundo estaba
obligado á delatar, no obstante promesa ó jura–
mento~
y
el denunciado, igualmente, tenía obliga–
ción de dar parte al Trihunal de cuantos documen–
tos podían servi'r al Fiscal para fundar acusación
en contra suya.
Era válido el testimonio de los excomulgados,
cómplices del acusado, in fieles, judíos, infames y
reos de un delito
cualquiera~
y
hasta el de los he–
rejes, bien que estos servían contra ellos y nunca
en su favor.
l
Se admitía, asimismo, la declaración del testi–
go falso, de suerte que si retractaba una primera
declaración fayorable al acusado, los jueces se ate–
nían á la segunda;
y
también la de sus padres,
hijos, muj er y criados, pero nunca en su abono.2
Así como el testigo juraba g·uardar secreto, así
también el reo debía siempre ignorar el nombre
l
Véanse las causas de todos los ingleses condenados por lutera–
nos, ó reconciliados, de que se hace mención más adelante.
2 En el capítulo XVII de la
I n quisición de Lima
pueden notarsc
los procesos de i\Iencía y i\Iayor de Luna, Antonio Morón, etc.; en el
XIX, el de Cesar Bandicr; y en esta obra el de don Rodrigo Enríquez
de F onseea.