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INQUISICIÓN DE CHILE

Y

tanto Cerezuela como Arrieta, á poco de llegar,

denunciaban el hecho de que, especialmente en la

provincia da Guamanga, algunos indios bautizados

públicamente enseñaban á otros «que lo que les

predican los sacerdotes cristianos, de las cosas de

nuestra santa fé católica es falso y que no puede

ser verdad, y que llamen á los sacerdotes cristia–

nos, que ellos les harán conocer que es falso lo que

les enseñan.» Arrieta añade que aún se azotaba á

los indios que daban señales de creyentes, por lo

cual aconsejó al Inquisidor que, apartándose de

sus instrucciones, proeediese desde .luego á en–

causarlos, aduciéndole que en Sevilla había visto

á:

muchos esclavos· moros, que dogmatizaban á

otros esclavos cristianos, que por pervertidores de

los fieles los prendían y castigaban, «y he visto

quemar algunos, termina, no obstante que son mo–

ros y no baptizados. »Cerezuela, á pesar de eso, sólo

se limitó á consultar el caso al Consejo.

Más tarde, sin embargo, los indios dieron bas–

tante que hacer á la Inquisición, por las supersti–

ciones que infundían á la gente de baja esfera, ha–

ciéndoles creer en las maravillas que era capaz de

producir en los hechizos la coca, cuyo uso desde

aquel entonces el Virey Toledo había tratado de

desarraigar.

31

34

Á

mediados del siglo XVIII ocurrió en Chillán un caso en que

se contravino

á

la excepción establecida en favor de los indios, que

motivó no pocos tragines al protector general,

á

la Audiencia y al

mismo Presidente. Denuncióse, en efecto, allí como hechiceras

á

ciertas indias ante el cura del pueblo, don Simón Mandiola, quien,

haciendo caso de inquisición, procedió

a

recibir las deposiciones de

aquellas indias, que le contaron con la mayor seriedad que se conver–

tían en

chonchon(s

y se iban de noche volando hasta la casa de la