CAP. VII-FUNDACIÓN DEL SANTO OFICIO
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con el gran recurso de las multas pecunarias
y
confiscaciones impuestas á los reos de fé, de las
cuales ningunas tan escandalosas como las que
sufrieron los portugueses apresados en 1635
y
que
pagaron en la hoguera el delito de haberse enri–
quecido con su trabajo; siendo tanta su avaricia
que, como ejemplo
y
norma de lo que después es–
taba llamado á ·suceder, recordaremos el caso de
uno de los fundadores del Tribunal, que, según el
testimonio de su mismo secretario, se murió de
pena por habérsele huído dos esclavos.
Los casamientos ventajosos realizados á la som–
bra del nombre inquisitorial, los remates de rentas
reales verificados por interpósitas personas, todo
lo utilizaban á fin de a1legar caudales.
Desunidos entre sí
y
tan enemistados que vivían
perpétuamen te odiándose; altaneros con todo el
mundo, comenzando por sus mismos dependien–
tes; vengativos hasta no perdonar jamás al que
cometía el atrevimiento de denunciarles 6 siquiera
expresarse mal de ellos; ocurriendo siempre al
arsenal de sus archivos para encontrar ó forjar
rastros hasta de los más recónditos secretos de
quienes se proponían perseguir; desempeñando
sus oficios con tanto descuido que difícilmente po–
dría hallarse, según lo acreditan los expedientes
de visita, una sola causa tramitada conforme á su
código de enjuiciamiento; habiendo comenzado por
hacerse odiosos
y
terribles, para concluir en el
más absoluto desprestigio
y
burla; secundados por
gente siempre á su altura, por su espíritu de ven–
ganza, ignorancia, avaricia
y
disolución de cos–
tumbres; crueles hasta lo increíble;
muriendo~
por