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INQUISICIÓN DE CHILE
neméritos del título de celadores de la honra de
Dios que Finées, debe este Perú la excelencia ma–
yor que se halla en toda la monarquía y reinos de
la cristiandad, pues ninguno se conoce más lim–
pio que éste de herejías, judaísmos, setas y otras
zizañas que siembra la ignorancia y arranca ó que–
ma este Tribunal, siendo su jurisdicción desde
Pasto, ciudad junto la equinocial, dos grados hácia
el trópico de carrero, hasta Buenos Aires y Para–
guay, hasta cuarenta grados y más hácia el sur,
con que corre su j urisdición más de mil leguas
norte sur de distancia, y más de ciento leste oeste,
en lo más estrecho, y trescientas en
)o
más exten–
dido. Todo ésto ára y ·cultiv.a la vigilancia deste
Santo Tribunal y el incansable cuidado de sus In–
quisidores;» y aunque, como se sabe, en 1610, se
segregó del distrito que le fué primitivamente asig–
nado las provincias que pasaron á formar el de
Cartajena, el territorio sometido á su jurisdicción
resultaba siempre enorme.
Según desde un principio pudo
comprobarse~
los obispos, sin embargo, no recibieron en gene–
ral con aplauso el :establecimiento de la Inquisi–
ción en sus respectivas diócesis, bien fuera porque
así se les cercenaba considerablemente su juris–
dicción, ó porque con el curso deUiempo pudieron
cerciorarse de que en sus ministros sólo podían
encontrar verdaderos perseguidores de su conduc–
ta, cuando no gratuítos detractores.
Bajo este aspecto, el Tribunal no se andaba con
escrúpulos, pues donde quiera que notase el más
mínimo síntoma de enemistad, de mero descon–
tento, ó de simple falta de aprobación de sus pro-