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INQUISICIÓN DE CHILE
sas de ese Tribunal; pero, no así la Compañía de
Jesús, que no sólo supo dentro de la disciplina de
sus miembros encontrar
r~cursos
para el malJ sino
que también llegó hasta atreverse á invadir el
campo ele sus atribuciones) no sin que por eso su–
piera librarse en absoluto de las dentelladas que
en más de una ocasión le asestara el Santo Oficio.
No tiene, pues, nada de extraño, ni á nadie sor–
prenderá que por todos estos motivos el •rribunal
del Santo Oficio se hiciese desde su instalación
aborrecible á todo el mundo, á las autoridades ci–
viles, á los obispos, á los prelados de las Órdenes
y
al pueblo, de tal manera que los Inquisidores no
sólo vivían persuadido-s de este hecho, sino que
aún tenían cuidado de recordarlo á cada paso como
un título destinado á enaltecerlos; y para no citar
más que el testimonio de uno de ellos, famoso en los
análes de este Tribunal, transcribiremos aquí sus
propias palabras: «Hemos tenido mucha experien–
cia en este reino) decía Gutiérrez de Ulloa, que
generalmente no dió gusto venir la Inquisición á
él, á las particulares personas por el freno que se
puso á la libertad en el vivir
y
hablar, y á los ecle–
siásticos porque á los prelados se les quitaba éstó
de su jurisdicción,
y
á los demás se les añadían
jueces más cuidadosos, y á las justicias reales, es–
pecialmente Virey y Audiencias, porque con ésta
se les sacaba algo de su mano, cosa para ellos
muy dura por la costumbre que tenían de mandar–
la todo sin excepción.»24 Con ocasión de una queja
de la Audiencia de Panamá, en que exponía al So–
berano los agravios que los delegados del Tribunal
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Carta ele
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de Ab1'il de 1584.