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CAP. VII-FUNDACIÓN DEL SANTO OFICIO

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tumbres y los que pecaban contra la fé. Así, Fran–

cisco Moyen que negaba que faltar al sexto man–

damiento fuese un hecho punible, recibió trece

años de cárcel y diez de destierroJ y el sacerdote que

ejerciendo su ministerio abusaba hasta donde 'es

posible de sus penitentes, llevaba una mera priva–

ción de confesar durante un tiempo más ó menos

limitado y algunas penas espirituales. Esta contra–

dicción chocante es realmente sorprendente.

Es verdad que el estudio de las costumbres nos

manifiesta que el pueblo, los eclesiásticos, y más

aún los :Inquisidores, vivían á este respecto tan

apartados de las buenas, que apenas si hoy pode–

mos explicarnos semejante extragamiento. Lo que

se sabe de Ulloa, Ruíz de Prado, Unda, etc., nos

manifiesta que si la investigación hubiera podido

adelantarse por circunstancias especiales, corno

ha acontecido con aquellos, merced á la visita del

Tribunal, serían muy pocos los Inquisidores, mi–

nistros y familiares del Santo Oficio que hoy pu–

dieran presentarse libres de esta mancha; pero lo

que se conoce es ya suficiente para tener una idea

aproximada de Jo que fué el Tribunal bajo este as–

pecto.

Los procesos seguidos en el Santo Oficio nos dan

sobre las costumbres dominantes en los cláustros

las más tristes noticias.

Hay algunos reos de entre los frailes á quienes

se les ha permitido contar por menor la relación

de todas sus torpezasJ tan asquerosas que la pluma

se resiste á entrar en este terreno.

\

¿Qué decir ele lo que pasaba en el confesonario?

El número de sacerdotes procesados lo está clara-