EN LAS ISLAS FILIPINAS
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la denunciación de las obras del P . San José, de que .
hemos hablado, el comisario dirig·ía al Tribunal el si–
. guiente oficio:
«lllmo . Seí'íor:-Envío á V. S.
I.
el sermón que
predicó el día ele
la conversión d
e San Pablo,
en el convento ele San Agustín ele Manila.el Pa–
dre Fr. Andrés Patif'lo, del orden de
los Hermi–
taf'los ele San Agustín, este aflo de setenta
y
dos.
Si este sermón se predicara diez afíos después ó
diez a-f'los antes, no hubiera causado escáncl¡:tlo,
pero en las circunstancias del día
y
del tiempo, con–
movía tres tribunales á un tiempo mismo, con sen–
timi!3nto aún ele algunos religiosos de su orden. An–
tes
qu~
l-legase á mi la denuncia, ya había llegado la
noticia del escándalo, porque preguntando por cu–
riosidad á uno de mis colegiales, como suelo, cuan–
do vienen de oír algún
ermón, qué era lo que ha–
bía predi'cado el padre, me respondió con la acción
natural de taparse los oídos: ¡Jesús, Jesús, y cuantas
cosas metió el padre en el sermón! Allí salió tam–
bién el concilio,
y
que no babia obligación de obe–
decerlo. No me acuerdo puntualmente de lo demás,
pero aseguro con toda verdad ele con sólo oír al
colegial hablar del sermón, hice juicio de que había
estado el predicador satírico. Aún no habían pasado
seis minutos, cuando el padre Fr. Juan Amador,
,conventual de la casa de Santo Domingo, se me pre–
sentó
y
elijo que venía á denunciar el sermón que
acababa ele oír. Hizo la denuncia que consta de lo
que remito con ésta,
y
el mismo día por la tarde
examiné al bachiller D. Bernardo de Montenegro.
Pasé al punto á practi car las diligencias de pedir el