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EN LAS

ISLAS FILIPINAS

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«Por semejantes inconvenientes,

y

otros muchos

que se pueden inferir, pudiera la religión de San

Agustín pedir otro comisario particular, y aún otro

la religión de San Francisco, que todas en Filipi–

nas tiene!'! unas provincias muy numerosas; pero

quedarían en pié las mismas dificultades, porque

estos comisarios separados, no formando un cuerpo

ó tribunal, y careciendo de ministros para poder in–

quirir

y

formar las causas con el acierto que acos–

tumbra el Santo Oficio, viene á depender de un hom–

bre solo la formación de las causas del mayor mo–

mento,

y

pidiendo éstas muchas veces una pronta

resolución, como de prisión, etc., ó la habrá de de–

terminar un hombre solo, tan expuesto á errar, como

se vió en Manila en la prisión pública y afrentosa

de un gobernador y capitán general inocente,

á

quien, por no haber cárcel del Santo Oficio, ence–

rraron en la pública ciudadela,

y

embarcado después.

de un año como ' reo, murió afrentado en el camino;

ó

si se espera la determinación del Tribunal de Mé–

xieo, distando éste tres mil leguas, sin más con–

ducto que un sólo navío, que en una navegación

tan dilatada suele arribar, ó perder e muchas veces,

quedarán, ya notados de infames los inocentes, ya

impunes los delitos,

y

expuestas_á contaminarse.

tantas

y

tan florid as cri stiand ades .

«Por lo cual, y porque á vista de lo dicho no pue–

aen hacer paridad otras provincias que se gobier–

nan inmediatamen te por solos comisarios, parece

necesario que en Filipinas

y

su dilatadísima juris–

dicción, que así en la cristiandad grande y numero–

sísima, como en la distancia, excede sin compara-

Jo