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LA INQUISICIÓN
«En lo referido, la alta consideración de V. A. juz–
gará si hubo más que pasió n
y
liga entre comisario
y
oidores para prender á D. Diego, buscando unos
caminos tan desproporcionados
y
unos consultores
de tal cualidad.))'
Esto era lo que necesitaba para llevar
á
cabo
S\l
propósito apasionado aunque se faltase con él á las
reales disposiciones, á los acuerdos del Tribunal
y á los precepto. del Santo Oficio. I\Jás aún : aunquy
no faltó quien le dijera que lo prudente sería espe–
rar la naYe que el e un momon to á otro debería llegar ele
México, en la que acaso le vendría orden de prender
á Salcedo, Paternina atropelló por todo,
y
en esta
virtud, al siguiente día 8 do Octubre mandaba tomar
2reso al Gobernador, encargando al almirante don
Francisco Alfonso de Vizcarra
y
Leiva, alguacil
mayor del Santo Ofi cio, que le prendiera-:- «don–
ele quiera que le hallare, aunque sea en iglesia, mo–
nasterio ú otro lugar sagrado, fu erte
y
privilegiado,
y
le embargase todos sus bienes muebles
y
raíces
donde quiera que los tl1vi ore, )) con encargo de entre–
garlo todo á Fr. Mateo Bailón, guardián del convento
de San Francisco.
El auto de prisión lo suscribió también Pizarro
y
Orellana, que era provisor del arzobispado, quien,
después, como hubiera recibido una real cédula de23
de Junio ele
1671
en que se le preguntaba la parte que
había tenido en la prisión, se disculpó de la manera
más cobarde que cabe: «la causa, elijo, hallé hecha,
los pareceres de los consultores dados, con propo-
1.
Carta de los Inquisidores de
18
de Enero de
1671.