EN LAS ISLAS FILIPINAS
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Respecto de Doria, era tan evidente lo que, en ge–
neral ase-reraba ele los testigos ele la sumaria el cita–
do inquisidor, que no se cuidó ele silenciar en su .
propia deposición que en una ocasión Salcedo le
llamó «y dijo cómo había escripto contra él al Rey, y
habiendo satisfecho, le elijo D. Diego que era un trai–
dor aleve
y
otras palabras ásperas, causándole eles–
aires
y
pesares, deteniéndole la paga.»
No debe extrañarse que en el expediente no figu–
rase para nada el nombre del arzobispo Poblete, uno
de los primeros
y
más calificados acusadores ele Sal–
cedo, porque era ya muerto á la fecha en que tuvo
lugar la pí·isión de éste.
El mismo Ortega Montañés, hablando acerca de
cómo se tramitó la causa del Gobernador, del papel
que en elladesernpeñaron los oidores
y
ele las resul–
tas que respecto ele éstos tuvo, repetía al Consejo que
«fué fomentada, actuada y hecha con la pasión
y
odio implacable, no sólo de los testigos, sino del co–
misario, oidores
y
otros muchos.))
Los dos oidores fomentadores del proceso en unión
con el flscal se excusaron ele asistir á la calificación
para que «no pareciese su malicia»
y
en su lugar nom–
bró al deán, <<que no sabe palabra», y á un abogado
testificado de sospechoso en el judaísmo y de quien se
le había advertido que tuYie e cuidado. No Te valie–
ron advertencias al comisario sobre que no debía
pro"ceder de esa manera, advertencias que le fueron
hechas hasta por el mismo notar.io, «y nada fué sufi–
ciente, porque estaba ya empeñado con los oidores,
y
éstos, ciegos con su ambición ele coger el gol:)ierno:
con qüe esta fué su guía, su celo
y
razón
y
no otra,
y
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