EN LAS ISLAS PLIPINAS
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«Teniéndole )ra asegutaclo co·n
ui1
par ele gtillos,
no quiso permitir qué se pusiera los paiíos meno–
res, y en camisa lo sacaron, perni.itienclo todo el ul–
traje, clemasia y descomedimiento que sus mayores
enemigos, ele obras
y
ele palabras, le hicieron, obligán–
dole. á que prorrurnpiose sentido do que si el Santo
Tribunal le prendía, aunque se hallaba inocoti.te, no
debía consentir ningún menos1'>recio y descomedi–
miento á su persona, potque representaba actual–
mente la real en estas regiones.>>'
Lo cierto es que la prisión ele Salcedo llenó de
júbilo a-los qno la habían proYocado, constando llega–
ron
á
tal extremo las manifestaciones
á
que se en–
tregaron después ele realizada; que cuando el teso–
rero ele la catedral ele ·Manila D. Diego ele Cartagella
Pantoja penetraba el día siguieFllo á su Ca.tedral
Í'ocilJió recado ele los oidores para qu0 mandase re–
picar «en acción ele gracias ele haber lomado
(eJJo~)
· o.n sí el gobierno, por estar preso el Gobernaclor».
2
Y
en Yenlad qne tenían razón para
manifo~tal'se
tan conteHtos, como que, junto con la c.aícla del Go–
bernador
~t
qnien tanto ocli·aban, iban á poder dispo–
ner á su arbitrio, al menos por el momento, del
r.
Carta de Luis de J\latienzo. Zebú,
2
de julio de
r66g.
2.
Carta del mismo Cartagena Pantoja al Tribunal, fecha 3 de Ju–
lio.der66g.
Este personaje había pertenecjdo primero á la Compañia
de Jesús
y
murió á principios de
r674,
hallándose de dean de la ca–
tedral
de
1\{anila.
Conviene recordar aquí que Cartagena Pantoja había publicado
en Manila, ·en 1666, un
Jn.¡orme
relativo
á
la inteligencia de una
real cédula que tocaba á su canongia de la catedral, que decjicó
á
Salcedo eñ los
términos más encomiásticos, hasta el extremo de
compararlo con el sdl! Véase la pág-ina 55 de nuestra
Jmp1·enta en
lllanila.
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